domingo, 20 de agosto de 2023

Fragmento de "1314 la venganza del templario", 20

 


            Especialmente duros fueron tres días, donde el Inquisidor se propuso quebrantar su voluntad, y fue atado a una columna con cadenas al rojo vivo. Fue allí donde le arrancaron uno a uno todos los dientes y las muelas de la boca; donde le rompieron los dedos de las manos falange por falange; donde le sacaron una a una las uñas de las manos y de los pies; donde le pellizcaron todo el cuerpo con pinzas ardientes.

            Sí, él, Jacobo Bernard de Molay, nacido noble en Vitrey, hijo de Juan, señor de Lonvy, heredero de Mathe y señor de Rahon, que se unió a los Pobres Caballeros de Cristo en Beaune en mil doscientos sesenta y cinco y que desde mil doscientos noventa y dos era su Gran Maestre, había sido mutilado, quemado y desgarrado por espacio de tres interminables días con sus tres horrendas noches sin tregua ni reposo, mientras le mantenían colgado de los pies.

            Ya habían sido olvidadas por la Santa Madre Iglesia sus expediciones contra los infieles entre mil doscientos noventa y tres y mil trescientos cinco. Ya nadie parecía recordar que en el año del Señor de mil doscientos noventa y ocho consiguió entrar en Jerusalén, que había derrotado a Malej Nacer, sultán de Egipto y que únicamente la falta de apoyo de los reinos cristianos impidió que un año después tomase Alejandría.

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