Pedro Amorós, Murcia, 1966, ha estudiado Historia y Cine. Es profesor de historia, guionista y doctor en la especialidad de historia antigua por la universidad de Murcia.
Ha escrito diversos artículos relacionados con la historiografía y la historia antigua en revistas y publicaciones especializadas. En 2007 publicó su primera novela, Bajo el arco en ruina. En 2009 publica El recodo del río.
Le entrevistamos por Beatriz Cenci, una historia romana.
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Pregunta.- Cuando escribí la reseña de su obra, destaqué que era la segunda obra de teatro que comentaba, entre los 258 libros que he subido, hasta el momento, a la cima de los Acantilados de Papel. ¿Se escribe poco teatro o es que no se publica?
Respuesta.- Aunque pueda parecer extraño se sigue escribiendo bastante teatro. La prueba más evidente es que se han presentado nada menos que 68 obras al reciente “Premio el Espectáculo Teatral”, que lleva ya cuatro ediciones y que organiza la revista “El Espectáculo Teatral” junto a Ediciones Irreverentes. El problema principal es encontrar editor, pues se publica muy poco teatro. Nadie se arriesga. Aparte de la editorial vasca Hiru Argitaletxea, destacaría la labor que está realizando Miguel Ángel de Rus en Ediciones Irreverentes, un proyecto arriesgado en el que combina la edición de autores ya clásicos como Francisco Nieva y J. L Alonso de Santos, y dramaturgos más jóvenes que están empezando.
P.- Antes de esta obra publicó Bajo el arco en ruina, y está a punto de aparecer su segunda novela. Supongo que escribir una obra de teatro es lo más parecido a un guión de cine.
R.- Existe una clara relación, sobre todo por el tema de los diálogos. Recuerdo, a modo de ejemplo, que cuando se produce la transición del cine mudo al cine sonoro en Estados Unidos los productores de Hollywood empezaron a contratar dramaturgos, que trabajaban sobre todo en Nueva York, con el fin de escribir guiones. El principal problema –esto lo digo como guionista- es que el exceso de diálogos puede perjudicar a la obra cinematográfica, con lo cual al escribir un guión de cine se debe buscar un equilibrio y una mesura en el empleo de los diálogos que no son necesarios en el teatro.
P.- Dieciséis personajes en una obra tan breve, al menos así me lo parece, y no sobre cualquier episodio, sino sobre un hecho real, donde aparecen - aquí con un breve papel- Clemente VIII, Papa, y Ferrante Taverna, gobernador de Roma.
R.- Desde que escribí la primera versión de Beatriz Cenci, una historia romana, hacia 1997, hasta que se publica el libro en 2009, la obra ha sufrido varias modificaciones. En principio estaba concebida casi como una tragedia clásica. Con el paso del tiempo he suprimido los coros y el corifeo, he “modernizado” el texto retocando algunos diálogos. El resultado final es una obra algo más breve que el original de 1997. Quizá dieciséis personajes parezcan muchos para una obra tan breve, pero algunos de ellos se pueden “doblar” con el mismo actor porque aparecen en escena muy poco, con lo cual, en ese sentido, la representación de Beatriz Cenci no plantea ningún problema. Precisamente, los personajes históricos de mayor relieve como el pontífice y el gobernador son los que tienen menos presencia en la obra.
P.- ¿El autor ha sido fiel a la historia o se ha permitido licencias?
R.- Sobre la historia de Beatriz Cenci, acaecida en Roma en 1598 y 1599, se ha escrito bastante. En la primera mitad del XIX, Stendhal, Shelley y Dumas escriben sobre el tema desde perspectivas diferentes. En el siglo XX, Moravia adopta también el punto de vista que le interesa al contar la historia. En mi obra, se mantienen el fondo histórico y los personajes principales. He añadido tan sólo algunos personajes, la mayoría secundarios. Pero en realidad lo que cambia es el carácter y las motivaciones que mueven a los personajes. Eso es lo que hace que diversas narraciones sobre un mismo tema sean distintas. No sólo cambia el género literario (poesía, teatro, cuento) de un escritor a otro.
P.- Lo que le ocurrió a Beatriz con su padre, desgraciadamente, ha estado muy de actualidad hace unos meses, con la figura del austriaco Fritzl como más relevante. Además, si se consulta en Internet “abusó de su hija”, aparecen noticias de cientos de casos. En este aspecto, su obra es muy actual.
R.- La actualidad del tema que plantea la obra es una de las cuestiones más repetidas en todas las presentaciones y entrevistas que he realizado desde que se publicó Beatriz Cenci, una historia romana en marzo de 2009. También mi editor, Miguel Ángel de Rus, insiste en esta cuestión cada vez que hablamos de la obra. Creo, además, que ésta es una de las razones que puede hacer el texto atrayente para el lector y el espectador, si la obra –tal como espero- finalmente se representa.
P.- Me gustaría conocer el proceso creativo de una obra de teatro.
R.- La primera versión de la obra de teatro data del otoño e invierno de 1997-1998. Por aquella época estaba escribiendo con mi hermano lo que se convertiría en mi primer guión de largometraje. Quizá por influencia de nuestro trabajo cinematográfico empecé escribiendo la historia (el equivalente en cine sería el argumento o la sinopsis), luego pasé a los personajes de la obra de teatro, después la estructura, es decir, la división en escenas (lo que en cine sería la escaleta), y por último los diálogos.
P.- A muchos autores y autoras que he entrevistado hasta el momento, y que cultivan diferentes géneros literarios, siempre les he preguntado dónde se encuentran más a gusto. No me resisto a trasladarle esa misma pregunta. ¿Dónde se encuentra más a gusto Pedro Amorós?
R.- La verdad es que me da lo mismo el género. Empecé con guiones de cine y artículos de historia, luego he pasado a escribir una obra de teatro, dos novelas, un ensayo, relatos cortos, y, finalmente, también he publicado mi tesis doctoral en la “Revista de Antropología” de la universidad de Murcia. Además, puedo trabajar en distintos frentes al mismo tiempo, de modo que prefiero estar escribiendo varias cosas a la vez. Tan sólo me centro en una obra por premura de tiempo.
P.- Y, como decía unas líneas más arriba, ya tenemos una nueva obra.
R.- Se trata de mi segunda novela, El recodo del río, que publica Ediciones Irreverentes en Madrid. La obra ya ha salido de la imprenta, pero de momento sólo se puede comprar en la librería de la editorial. La presentación del libro tendrá lugar el 3 de marzo, a las siete de la tarde en el Hemiciclo de la Facultad de Letras de la universidad de Murcia. Es una novela que mezcla géneros, es intimista y al mismo tiempo tiene elementos de la “novela negra”. A diferencia de mi primera novela, en donde los personajes se movían por diferentes ciudades de España, El recodo del río se desarrolla exclusivamente en las viejas calles del centro de Murcia.
P.- ¿Usa mucho la papelera? Se lo pregunto por que en una anterior entrevista Blanca Andreu nos decía que publicar un libro al año a toda costa para estar en el candelero va en detrimento de la obra, que ella usa mucho la papelera: hay que pensárselo mucho para poner en el papel algo que merezca la pena ser leído.
R.- Escribo de forma muy lenta y, siempre que empiezo una jornada de trabajo, leo y reviso lo que he escrito la jornada anterior. Suelo hacer sólo breves correcciones y no me preocupa el tiempo. Una obra debe publicarse cuando se considere que está acabada, sin agobio de fechas. Existe hoy en día una cierta obsesión por publicar a toda costa, con el agravante de que tiene ser una novela larga. Mis escritos, de momento, suelen ser cortos, incluso las novelas. La mayoría de los “novelones” que se escriben actualmente son, como se suele decir, un tostón insoportable y necesitarían una poda. El mismo defecto se advierte en el cine moderno. Las películas tienen que tener una determinada longitud, tienen que llegar a las dos horas por necesidades casi siempre de producción. Todo ello va en detrimento de la calidad.
P.- Anuradha Roy, la escritora hindú, declaró que escribir es al mismo tiempo un regalo y una opresión. ¿Cómo lo ve usted?
R.- Puede quizá llegar a ser una opresión si necesitas escribir para vivir y debes terminar a tiempo tu trabajo porque así lo exige el editor, el dueño del periódico, o quien sea. En mi caso escribir es más bien un regalo, un alivio frente a las miserias de este mundo. En cierto modo tiene algo de escapismo. Es como estar de retirada, replegado, y te ofrece una libertad inimaginable.
P.: Haruki Murakami dijo una vez que escribir novela es un reto, escribir cuentos un placer, que es la diferencia entre plantar un bosque o plantar un jardín. ¿Qué es entonces escribir teatro?
R.- Ambas cosas a la vez, un reto y un placer. Cuentas una historia, lo cual es un placer, pero al mismo tiempo tienes que escribir los diálogos, lo cual supone un reto. La verdad es que la escritura de diálogos, tanto para el cine como para el teatro y la novela, es una cuestión enormemente difícil. En la novela, cada vez con más frecuencia, tiendo a eliminar los diálogos tratando de buscar nuevas formas de expresión. En el cine actual, por ejemplo, hay un exceso de diálogos, al igual que en la novela. Eso ocurre por una incapacidad para expresar ideas. Mi intención es siempre dejar, en la medida de lo posible, los diálogos para el teatro.
P. Pero no sólo de escribir vive el hombre, también de pasearse por la red. ¿Dónde podemos encontrar a Pedro Amorós? ¿Cuánto tiempo le dedica?
R.- Tengo una web (www.pedroamorosjuan.com) realizada con gran talento por la editora, poeta y diseñadora gráfica Alicia Arés. El trabajo que ha realizado es francamente extraordinario. En la web se puede encontrar una recopilación de mis trabajos de historia, cine y literatura. También tengo un blog (www.pedroamoros.blogspot.com) en el que cada dos semanas aproximadamente coloco un comentario literario.
P.: Y como esta sección se llama Hablando de Libros, el futuro de los mismos, ¿cómo lo ve el historiador?
R.- Es difícil precisar en qué medida puede afectar el libro digital al libro en papel. Creo que con el paso del tiempo puede haber una combinación de ambas cosas. Sigo pensando que el libro es insustituible porque es algo que tiene vida, a diferencia del libro digital, que es simplemente tecnología, de usar y tirar. El libro seguirá existiendo porque tiene un valor que además se puede cuantificar, no es pura y exclusivamente simbólico, y ese valor crece con el paso del tiempo, como cualquier objeto arqueológico o artístico.
Muchas gracias.
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