Algunos y algunas me lo habéis sugerido por correo electrónico y, bien, no me parece mala idea, sobre todo ahora, en este agosto donde España arde en incendios provocados o no, ayudándonos a que el cambio climático llegue antes.
Este es el prólogo que escribí para Plectro, de Marcelino Menéndez, 2007. Entended que, posiblemente en todos los prólogos que he escrito, hoy, los redactaría de otra forma:
Desde Fernando Pessoa se acostumbra a decir que los poetas no tienen biografía, tienen obra. Y ésta es una máxima que Marcelino Menéndez sigue, pues se inició en la escritura en el año 2000, y está llenando de libros los estantes de las librerías de los amigos. No sé si conoce estos versos del citado Pessoa, pero infiero que definen muy bien su forma de entender la poesía:
Não tenho ambições nem desejos.
Ser poeta não é uma ambição minha
é a minha maneira de estar sozinho
(no tengo ambiciones ni deseos./ Ser poeta no es una ambición mía/ es mi manera de estar solo).
Marcelino Menéndez nació en Lugo de Llaneras (Asturias) el 24 de febrero de 1933, pero desde siempre ha estado viajando, hasta retornar a España y, asentarse, ¿definitivamente? en Murcia. Estos signos interrogatorios que coloco alrededor de la palabra definitivamente es por que le reconozco viajando, ahora menos kilómetros, pues no descarta posibilidad que se le presente para dar a conocer su obra poética; y lo podemos encontrar en cualquier municipio de la Región de Murcia. El poeta se analiza a sí mismo mientras escribe, mientras lee, mientras recita. Estoy convencido que para Sully Prudhomme, Marcelino sería un poeta en las diferentes acepciones que intentaba explicar con aquella pregunta que se formuló en octubre de 1987, ¿qué es la poesía?
Desde que nos conocimos, en un lejano Jueves de Julio (en la cafetería Los cuatro gatos), organizados por la extinta Aula de Poesía de la Universidad de Murcia, he tenido el placer de ser receptor y lector de las nuevas composiciones poéticas de Marcelino. Incansable y perseverante en, como decía el maestro Martínez Valero, encontrar la palabra adecuada es semejante a luchar contra un muro, y el poeta es hombre de acción, lo que equivale a decir que es hombre de palabra.
Un título extraño para este nuevo libro, Plectro (Inspiración), pero la inspiración y el trabajo no se excluyen. Han sido muchos los poetas a quienes se les ha atribuido la frase ¡que venga la inspiración, pero que me coja trabajando! (a Baudelaire, a García Lorca, a Neruda, a Valéry,...) y en Marcelino se demuestra que inspiración y trabajo no son contradictorios; más bien, que el trabajo es el campo ideal para que florezca la inspiración.
Como éste, su anterior libro, Inquietud en lo invisible, llevaba una cita de Whitman, un pensamiento triste, como puede entenderse su obra poética, colmada de ausencias, de sueños, de misterios, de colores en primaveras decadentes, del paso del tiempo, de silencios: como los amarillos del otoño,/ mis noches son el tiempo de la meditación,/ y cruzo la humilde soledad del horizonte/ por el umbral de mis sueños.
Poeta tardío, gladiador de la palabra, muchas veces los poemas le queman en las manos, y él, que siente la ansiedad del final, nos deja una Inspiración para leerla a la luz de las infinitas velas, en forma de estrellas, que la noche ha encendido.
Francisco Javier Illán Vivas
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