lunes, 31 de agosto de 2009

Prólogo a El ocaso de las siete colinas, de Patrick Ericson


Leí que desde el principio del mundo, el hombre ha sentido la necesidad de evadirse de la realidad a su alrededor y dejar volar la imaginación, visitando parajes que, o bien sólo existían en su mente, o bien le eran tan lejanos que sólo así podía visitarlos. Desde los tiempos primigenios, hasta el mundo actual, con sus revolucionarias tecnologías y formas de comunicación, esa inquietud, esa necesidad de evadirse, ha ido desarrollando muchas formas creativas, pero la escritura es el mejor cultivo donde crecer.

Como Borges, siempre he identificado literatura con literatura fantástica, sin imaginación no existiría escritura literaria. En efecto, tan fantásticos son Don Quijote o Robert Langdon; Nébulos o Gandalf, como Reverendo, personaje de esta novela.

Y si hace unos años, brevísimos en la historia de la escritura literaria, nadie se hubiese atrevido, ahora escribir sobre la religión, y mucho más sobre la cristiana, ha creado casi un género donde Brown es el máximo exponente. Claro que no sólo los escritores tienen la culpa, pues vivimos en un tiempo donde la pérdida de valores es lo que caracteriza a nuestra sociedad globalizada occidental, y, en España, en particular, donde marchamos en una carrera hacia lo absurdo: descristianizar, como lo adjetivaba Ansón en una de sus canelas finas; o, lo que es lo mismo, romper con nuestra tradición, con nuestra cultura.

Pero, ¿podemos olvidar de dónde procedemos? ¿Podemos olvidarnos de la importancia de la tradición judeo-cristiana en nuestra sociedad? ¿Podemos romper con nuestra cultura greco-romana? Cuando escribo esto, en el canal de pago están proyectando 300, la película basada en el comic de Frank Miller, que recrea la batalla que enfrentó a un exiguo ejército contra las hordas invencibles del emperador persa Jerjes, y que permitió a Europa conocer la democracia, y con ella, incluso con lo que representaba la reina Gorgo (¡qué importantes sus palabras al embajador persa!), todo cuanto vino después.

Con lo anterior, os he citado las características de la novela que os disponéis a leer: literatura de evasión, un mundo global, nuevas y aterradoras tecnologías y una víctima propiciadora: la religión cristiana. Campos todos ellos en los que Patrick Ericson se nos muestra como un consumado jugador, porque de juego también se trata: un apocalíptico juego de rol.

Patrick escribe de tal forma que el lector se siente involucrado, llegando a creer que él mismo está viviendo las aventuras de Sirius Dyer en su búsqueda de qué se esconde tras el número de la Bestia. Siempre he dicho que ese es el principal objetivo de la literatura, para escapar de la crisis que nos azota este principio del siglo XXI, de las mentiras que nos adocenan, vestidas de verdades, meternos de cabeza en la lectura de evasión, sin más, por puro placer, que ya regresaremos a esas falsedades que, sin duda, volverán a traernos el lado gris de nuestra existencia y los vaticinios de la ruina que se nos avecina por la adicción humana al CO2.

He tenido el placer de leer todo lo publicado por Patrick, que se maneja como un experto conocedor de la teoría del iceberg en la escritura: se debe decir cuatro veces menos de lo que se sabe para lograr una atmósfera que atrape la atención del lector. Y así ha ido agarrándonos con cada nuevo título y, el último de ellos, Génesis, el ritual Rosacruz, es una muy recomendable novela que se desarrolla en París en 1780, y donde el autor ya se nos muestra como un curtido paladín de las letras. En la novela que tienes en las manos ha profundizado más y nos sorprenderá con su conocimiento de armas sobre las que el resto de la humanidad estamos en la ignorancia, las armas electromagnéticas y el peligro que supone Internet.

Como experto conocedor del arte de saber qué se va a contar y qué no se habrá de contar, al final de la novela estaréis con que el autor no ha querido desprestigiar a la religión cristiana, muy al contrario, y espero que recordéis estas palabras: No mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra llévala a su perfección por la caridad.

Por mi parte, sólo añadir que concluí este prólogo en el metro de París, no podía ser de otra forma, en dirección Concorde- Balard. Cuando llegué a la última estación, no me bajé y seguí escribiendo en mi pequeña libreta de notas, ahora con destino a Créteil, y de ahí, nuevamente hacia Balard. Mientras veía pasar estaciones (Saint-Denis, Opéra, Madeleine, Concorde, Invalides...) las palabras surgían inesperadamente, en esta ciudad tan relacionada con los misterios y el thriller gracias a las novelas de Dan Brown y de Patrick Ericson.



Francisco Javier Illán Vivas
París, 10 de diciembre de 2008

viernes, 28 de agosto de 2009

Hablando de libros con Carmen Sabater Rex



Carmen Sabater Rex nació en Molina de Segura y cursó magisterio en la escuela normal de Murcia, especializándose posteriormente en Lengua y Literatura en Valencia, donde fijó su profesión de maestra y por toda la geografía española, en aldeas y pueblos de Aragón, Ceuta, Canarias, Andalucía, Madrid, Murcia y Valencia.

Siempre le gustó escribir desenfadadamente y con humor. En 2000 obtuvo el Premio Ayuntamiento de Vicálvaro de Cuento y Poesía para Niños. Ha publicado Poesía boba para aprender y Teatro para mayores. En su libro memorialístico,
Molina es mi pueblo, publicado por el Ayuntamiento de Molina de Segura en 2004, retrató con encanto y acierto su infancia y adolescencia en su localidad natal.

La entrevistamos por su última novela,
La casa del canónigo.
--------------------------------------------------------------------------


Pregunta.- La primera pregunta tal vez deba ser un tópico: ¿por qué la casa del canónigo y no la casa Ros, la casa de la Maita, Torre Anita, o incluso el Molino de Olayo, u otras más o menos emblemáticas de la historia de Molina de Segura?
Respuesta.- Necesitaba una casa lejos de un casco urbano y lo suficientemente señorial para que se ajustase a las necesidades de los protagonistas y esa era la Casa del Canónigo, que yo conocía bien. Torre Anita hubiera valido, pero al estar en el centro del pueblo se alejaba de lo que me proponía para el tema central.


P.- Dígame, ¿cuánto hay de real y cuánto de ficción en La casa del canónigo? Y me refiero, entre otras cosas, a que siendo real aquella casa, ¿lo es también la de Sabina y Nana en Espinardo?
R.- No. Sabina y Ana son hijas de mi imaginación. Bien es verdad que la primera, persona de cierto abolengo que tiene el gran mérito de asumir su situación de venida a menos con humildad, podía haber representado a mujeres de nuestro pueblo que supieron adaptarse a las circunstancias y a unas privaciones que eran comunes a todos.


P.- Supongo que el tipo de arrendamiento que Sabina y Nana se ven obligadas a firmar por el alquiler de la casa del canónigo- Pág. 42-, era habitual en aquella época.
R.- Si, desde luego, y más en nuestra tierra, donde la figura del administrador vigilante y eficaz, defensor a ultranza de los intereses del propietario era bien conocida.


P.-La pregunta anterior me lleva a ésta: ¿ha llevado un trabajo de investigación de las costumbres de entonces o se ha basado en sus recuerdos? Muchos de ellos publicados en su libro memorialístico, Molina es mi pueblo.
R.- Mitad y mitad. Siempre he sido observadora y he tenido –tengo, gracias a Dios-, una buena memoria. Aunque nací después de la guerra, sí que conocí algunas de las privaciones que todo el mundo sufrió en ambos bandos hasta bien entrados los años cincuenta. Entonces, con recordar cosas de mi familia y vecinos en su día a día, el lujo de poseer coche o la fiesta que suponía comer un huevo frito o pollo, estrenar vestido o zapatos… Eso me ha dado apoyo al tema central. La investigación sí que la he hecho en la hemeroteca para las riadas (más por situar las fechas que por otra cosa) para no errar en algo que todavía sigue fresco en el recuerdo de personas no muy mayores, como fueron las de Valencia en 1957.


P.- La escena, aventura, del bolillero entre Anica y Rosina me parece muy entrañable. Recuerdo la expresión “encaje de bolillos” como una tarea difícil y delicada.
R.- Yo sé hacer encaje de bolillos y eso es algo que me llena de satisfacción porque nunca fui muy paciente para los primores, pero ese es un arte que aprendí con ocho años en Galicia y necesitaba sacar algo de estas habilidades, por lo difícil, en el libro y así dejar patente la pericia de Rosina frente al desastre de la Fortunera.


P.- ¿Qué es el juego del Tiroriro?
R.- Es muy antiguo y en mi familia paterna se jugaba siendo yo muy niña. En la época aquella en que no había tele y la radio era un lujo para el que la poseía, valía todo para divertirse. Seguro que ni la radio había nacido cuando ellos empezaron. En casa de mis abuelos se jugaba en onomásticas o cumpleaños y consistía en hacer un tubo largo y delgado con un periódico o papel de estraza. Se colocaba entre los muslos o las rodillas y se iba caminando-bailando por la estancia donde se jugaba mientras alguien, con una tea encendida de llama tenue, trataba de prenderle fuego. Era difícil. El que la llevaba no podía mirar atrás y tenía su mucho de picardía por lo que se puede notar en el libro. Se adoptaba algún que otro movimiento erótico, como se diría ahora.


P.- Tengo especial interés en saber quien es ese pintor, casi un niño, que usted cita en la página 205 y que pintó a San Veroncio con la cara del alcalde de Abarán.
R.-Hay lugares y personajes de mi infancia que he querido reflejar. Uno de ellos, el pintor por el que me pregunta, es Pepito Salazar (José Antº. Arnaldos Salazar), mi vecino de San Roque, gran artista y mejor amigo.


P.- ¡Ya tenía que ser desconocido, en 1957, San Veroncio para que ni lo conociesen en la tienda de Perico Cipote!
R.-¡San Veroncio no existe! Y me ha hecho gracia que a raíz de la novela le haya salido alguna que otra devota según me dicen, pero no por piedad, ojo, sino por “cachas” y guapote…Aquí aflora mi manía contra eso de pintar siempre a los santos con caras merengosas. Seguro que eran alegres.


P.- ¿Son reales las hermanas Pujante?
R.- No, pero sí que había entonces señoras de bien, que lo mismo te metían a servir “en buenas cosas” que pagaban una dote a las que se querían ir a monjas y no tenían medios. Ahí me inspiré.


P.- Reales y trágicas son las escenas que nos cuenta de la Gran Riada de Valencia, en octubre de 1957.
R.- Desde luego que sí. Fotocopié escenas -fotografías de los periódicos- espeluznantes del Turia con todo su furor destructivo, pero al no llevar la novela ilustraciones, las guardé. Murcia está en el recuerdo de muchos valencianos como la provincia que se volcó en ayudar a los damnificados de aquella desgracia.


P.- La casa del canónigo es una novela costumbrista, y en ella está muy presente, a lo largo de la narración, la creencia religiosa de sus protagonistas y de la sociedad murciana y molinense de aquellos años.
R.- Así es. En toda ella se retratan aquellas esencias y costumbres tan arraigadas, no solo en Murcia sino en otros muchos sitios a lo largo de nuestra geografía. Era una época en la que cada cual se aferraba a lo que creía con su piedad y sus fervores, y gracias a eso muchos pudieron sobrevivir. El costumbrismo en las novelas parece desfasado, pero es que es muy difícil plasmarlo con fidelidad. Los grandes costumbristas del 98 alcanzaron la gloria con novelas y relatos así. Soy una admiradora de todos ellos y me encanta el retrato de aquellas sociedades, la fidelidad al personaje de época que no se distinguía por sus creencias precisamente y, salvando la gran distancia, si algo he logrado con mi novela recordando viejas usanzas y costumbres de mi tierra, me sentiré muy satisfecha.


P.- Dígame, desde la distancia valenciana, ¿ha cambiado la sociedad murciana, esa sociedad que representan Sabina y Nana, sobre todo la primera?
R.- Todo ha cambiado. Ya nada es igual y, como otras muchas regiones, Murcia ha enterrado tradiciones y usanzas porque el progreso así lo impone. Existen Sabinas ancladas en sus pasados más o menos gloriosos, pero no dejan de verse trasnochadas y fuera de lugar, aunque he de reconocer que me encanta encontrarme con este tipo de personas y escucharlas sin cansarme con sus historias cargadas de recuerdos sublimes de esa época que se fue. Ya escasean pero hay, y mujeres sobre todo.


P.- Aunque usted vive en Valencia, visita regularmente la Región, y tengo entendido que tiene intención de adquirir una casa aquí, ¿la tendremos más a menudo con nosotros?
R.- Espero que sí. Hablan de la morriña gallega como si fuera el colmo de las añoranzas de una persona por su tierra, pero el murciano…A mí me da que somos especiales. Somos generosos y acogedores y Murcia irradia luz y paz y se le echa de menos… ¡es preciosa! Ya me gustaría que la casa del canónigo fuera mía…


P.- Carmen Sabater ha publicado teatro, poesía, memorias y novela. Cuatro libros, cada uno de un género distinto.
R.- Bueno, lo que surge. Todo me gusta y me motiva, pero confesaré que soy algo lenta para cuando me pongo a escribir. Muy autocrítica, y por eso, mucho de lo que he escrito se quedó en el fondo de los cajones, sin recopilar, o destruido o, muchas veces, sin publicar y de usar y tirar, como es el caso del teatro.


P.- ¿Qué será lo próximo? ¿Ensayo?
R.- No se me da, lo reconozco. Mi poder de análisis no lo encuentro suficiente para ser tenido en cuenta y, aunque soy tolerante y comprensiva, en ciertos temas me temo que no sería imparcial. No creo que me atreva con el ensayo, así que lo próximo serán relatos cortos en los que estoy trabajando y tengo que acabar un sainete cómico que me han pedido.


P.: Ya sabe que esta sección se llama Hablando de Libros. Dígame, el futuro de los mismos, ¿cómo lo ve la maestra, o debo decir profesora?
R.- Ahora hay muchos que aventuran que el libro de papel está tocando a su fin con esto de la electrónica. Yo no lo creo. Hay mucha gente a la que le gusta el contacto, “el manoseo” de la obra que lee. Y por otro lado, como maestra, he tratado de inculcar a mis alumnos el gusto por la lectura y he trabajado muchas obras de distintas épocas y estilos con ellos, desmenuzándolas, comentándolas y haciendo todas las actividades que conlleva este tipo de enseñanza. Me consta que conseguí mucho, así que no veo mal el futuro de los libros porque muchos maestros y profesores hicieron bien su trabajo. Yo, ya ve que me vanaglorio de que así lo hice. El lector, nace, pero sobre todo, se hace, mostrándole el atractivo de las letras y toda la enseñanza que encierran con la amenidad debida y sin apremio.


Muchas gracias, ha sido un enorme placer conversar con usted.
R.- Igualmente y por cierto: me encanta el término de “maestra” ante su duda de llamarme profesora o maestra. Acertó usted.

jueves, 27 de agosto de 2009

Con la pluma a cuestas en el foro de Pilar López Bernués


Creo que ya os comenté el descubrimiento de este foro, de la escritora y crítica literaria Pilar López Bernués, en el cual también van a ir apareciendo mis comentarios sobre libros.

Os lo traigo hoy al candelero por que se ha subido el comentario de la antología Catorce escritores desde La Rioja, de la serie Con la pluma a cuestas, que coordinan Manuel Aparicio Burgos y Mateo Berrueta Echave.

Podéis verlo AQUÍ.

Es un formo que está abierto a vuestra participación y comentarios.

martes, 25 de agosto de 2009

lunes, 24 de agosto de 2009

Prólogo a Sombras de una Vieja Raza, de Alejandro Guardiola


Lamia fue una doncella, hija de Libia y Belo, que se unió a Zeus, motivo por el cual fue castigada por Hera, que hizo perecer a su hijo. Ella, presa de la desesperación, se ocultó en una cueva, donde se convirtió en un monstruo, envidiosa de los niños de las demás mujeres, a los que espiaba para atacarlos y chuparles la sangre.

Para Robert Graves, Lamia era la libia Neith, la diosa del amor y de la batalla, cuyo culto suprimieron los aqueos; como Alfito de Arcadia, terminó siendo un coco para los niños. Pero añade algo más para entender el mito: Lamia parece ser análogo a lamyros (glotón) y a laimos (gaznate), dos importantes características del mito del vampiro.

Un mito que, como vemos, no surge en 1.897 con Drácula, sino que ya aparece en la obra de Lucio Apuleyo, escritor y filósofo romano, que vivió entre los años 125 y 180 de nuestra era, más concretamente en su novela De Asino aureo, donde narra que las hermanas Meroe y Panthia, saciaron su sed de sangre en un tal Sócrates, dejándole una única gota de vida. Las hermanas cerraron la herida con una especie de esponjilla para que la víctima no se percatase de lo ocurrido y, por ese motivo, a la mañana siguiente, cuando se inclinó para beber agua, se le cayó la esponjilla y con ella, la última gota de vida.

Incluso antes que él, encontraremos leyendas en todas las civilizaciones de la antigüedad. En Egipto, a los Srum, deidades con aspecto de lobo y largos colmillos; en Mesopotamia se les llamaba Utuhu y Maskin, culpables de las enfermedades y las pestes; en La India, la sanguinaria y feroz diosa Kali Ma, de cuatro brazos y larga cabellera; en la milenaria China se creía que se convertían en vampiros quienes habían cometido crímenes en vida. Incluso en América, el pueblo Mapuche temía a Pihuychen, a quien le gustaba la sangre tanto de animales como de humanos.

En Europa era un mito muy extendido por Austria, Hungría, Polonia, Serbia, Moravia, Silesia y Prusia, y así fue recogido por el sacerdote benedictino Calmet en el siglo XVIII. No me olvido de España, donde las leyendas de vampiros también han estado presentes en la cultura popular: guaxas en Asturias, guajonas en Cantabria y meigas chuchonas en Galicia, todas ellas con un único colmillo para succionar la sangre de sus víctimas, en su mayoría niños.

En la actualidad, el mito del vampiro se ha extendido, supongo que a costa de chuparnos la sangre a los humanos, sobre todo gracias al cine y se puede afirmar que todos los años se estrena una película que tiene como protagonista a uno de esta vieja raza. Desde la primera, Nosferatu (1922) hasta la segunda, Drácula (1958), transcurrieron treinta y seis años. Ahora podemos contarlas por años: Drácula 2000, La sombra del vampiro, La reina de los condenados, Inframundo, Van Helsing, Blade, Inframundo: evolución, 30 días de oscuridad, Crepúsculo; seguro que se me olvidan algunas, pero es sólo una muestra. Y con ésta profusión de vampiros, con naves industriales de fabricación de sangre, han ido cambiando las características iniciales del mito que, como el lenguaje, es propiedad de quien lo usa.

Es aquí, cuando la raza se ha extendido por toda la Tierra, un planeta herido gravemente y amenazado de muerte por el cambio climático, cuando Alejandro Guardiola nos presenta “Sombras de una vieja raza”, donde conoceremos a Meliot, un vampiro convencido de que el hábito de consumir sangre puede ir disminuyendo, pasando desde la más absoluta dependencia psicológica y física hasta una eterna ayuna; un habitante del siglo XXI, en efecto, conocedor de los adelantos científicos, capaces de encontrar una solución para esa abominable dependencia de los miembros de su raza. Ello le llevará a una lucha con quienes opinan que los humanos somos únicamente vacas a las que hay que exprimir.

Conocí a Alejandro Guardiola en la localidad sevillana de Dos Hermanas, en noviembre de 2006 y, desde entonces, hemos mantenido una constante relación epistolar a través del correo electrónico― ¡cuánto hubiese disfrutado de estos adelantos H.P. Lovecraft, tan amante de las cartas!― y en ellas nos hemos ido contando las novedades de cuanto acontecía a nuestra mutua actividad creativa, unas veces noticias gratas, otras no tanto, pero siempre adelante, como esa voluntad que guía a Meliot, su personaje, de encontrar un lugar para su raza junto a los humanos.

Esa voluntad de seguir adelante, de abrirse camino, creo que define muy bien a este joven barcelonés, nacido en 1978. Y su amistad con David Prieto, una persona que ha influido en él y que le ha servido de estímulo para continuar. Por su consejo se fijó terminar la novela, que estás a punto de leer, en noviembre de 2005, para presentarla al Premio Minotauro. Y lo hizo. ¡Su opus primum fue finalista del certamen más prestigioso de narrativa fantástica!

Otra muestra de esa voluntad férrea. Su trabajo. En 2006 se traslada a Salamanca para emplearse en una academia. Nuevamente David Prieto aparece, acogiéndole en su casa. Las circunstancias cambian en un par de años, éste se traslada a Palencia, y él debe hacerse cargo de la academia, pasando de empleado a codirector.

No es lo normal. Cuando la gran mayoría de los padres están deseando ver a sus hijos emanciparse, incluso cuando el Gobierno se ve obligado a sacar una ley de ayuda a la emancipación, Alejandro Guardiola se ha abierto camino profesionalmente y, con esta novela, lo hará en el mundo de la literatura.

Estoy convencido.



Francisco Javier Illán Vivas
Molina de Segura, 23 de abril de 2008

sábado, 22 de agosto de 2009

Friki, de Enric Herce Escarrá


Acabo de terminar de leer este libro y he de agradecer a su autor la nota de agradecimiento, donde, entre otros muchos amigos, me cita personalmente.

Un placer, Enric.

martes, 18 de agosto de 2009

En la Torre de Papel, con José Cantabella


El domingo por la noche, de 22,05 a 23 horas, estuve en el programa de José Cantabella, La Torre de Papel, de Onda Regional de Murcia, haciendo un repaso a mi obra poética, leyendo poemas de Con paso lento, Dulce Amargor, II Jornadas de poesía sobre el Segura, Crepusculario, Tertuliemos I, Arde en tus manos y el inédito Témporas.

Fue todo un placer compartir esa hora con Cantabella, quien, breves fechas antes del verano había sacado a la luz su primer libro de poemas, Afán de Certidumbre, que tendré el placer de leer en breve.

lunes, 17 de agosto de 2009

Prólogo a Urnas de Jade I Leyendas, de David Prieto Ruíz


No importa dónde se ha nacido, quizá tampoco los lugares en los que se ha estado; nuestra realidad es la lengua que utilizamos para contar, para contarnos aquello por lo que hemos pasado; aquello en lo que hemos soñado.

Así comenzaba el profesor José Luis Martínez Valero el comentario a un libro que me es muy caro, y así debe ser en el caso del autor y del libro que nos ocupa. Porque esta novela cumple con los requisitos de la tradición de nuestra cultura, desde el viaje de Odiseo: detrás de todo hay un secreto. Un secreto, comentaba Juan Ángel Juristo, que no deja de ser en último término algo que enriquece a aquel que lo lleva a cabo.

En efecto, David Prieto Ruiz nació en Salamanca hace casi treinta años, señala con cierta coquetería, pero vivió esa etapa de la vida donde realmente se es libre, libre y soñador, en Zamora, regresando a la Ciudad Amarilla con dieciocho años, dispuesto a encarar el gran reto de su vida: estudiar medicina, cuya especialidad está presto a terminar y que habrá finalizado cuando leáis estas líneas, desconocidos lectores. Me confesaba en una breve epístola que en aquella época de su vida, en la que se es atento, entusiasta, participativo y aventurero, no le ocurrió nada digno de mención, y discrepo de ello. ¡Claro que le ocurrió! ¿Acaso lo imagináis como un ciego mareando el aire a bastonazos? Seguro que no. Sin saberlo, David se estaba preparando, pues su narrativa no brota de la nada. Goethe, el gran poeta alemán, comentaba así esos periodos improductivos: no podemos hacer otra cosa que apilar leña y dejar que se seque: se incendiará a su debido tiempo.

Así es, estuvo apilando leña: viviendo, leyendo, mirando con ojos atentos, entusiastas, participativos, aventureros.

No hay otra forma mejor de explicar el nacimiento de Urnas de Jade. El autor nos confesará que empezó en la escritura relativamente tarde, hace unos siete años, y casi por casualidad: y lo hizo con ésta hermosa trilogía que he tenido el placer de leer y comentar con él, en largas epístolas, a través del portal de Sedice.com.

Pero no sólo las Urnas de Jade. En este tiempo la leña que fue apilando se ha mantenido ardiendo con un ímpetu sorprendente: once novelas largas, dos cortas y muchos relatos, tocando todas las facetas del diamante de la narrativa, no se ha quedado sólo en lo fantástico.

Llega el momento de que toda esa vasta producción literaria vea la luz y que nosotros, lectores, nos dejemos seducir por la magia. Porque, durante la lectura de esta novela, la vida nos concederá una tregua, incluso una amnistía provisional, como decía Fernando Marías. No nos preocupará esa Verdad Incómoda de Al Gore, ni la televisión, ni el impuesto sobre la renta, ni la polución, ni las crisis energéticas. No, no nos preocupará el cambio climático, ni la desaparición de los casquetes polares.

Nos adentraremos en un mundo que nunca existió, pero que ciertamente debería haber existido, en palabras de Lin Carter. Un universo fascinante, romántico, aventurero, donde todos los hombres son atractivos y heroicos, y todas las mujeres increíblemente hermosas. Un mundo de extraños monstruos, de siniestros magos y donde los dioses existen realmente.

Porque, ya lo decía Albert Camus: los que escriben con claridad tienen lectores, los que escriben oscuramente tienen comentaristas.

David Prieto Ruíz escribe con claridad.


FRANCISCO JAVIER ILLÁN VIVAS
Murcia, 20 de diciembre de 2006

sábado, 15 de agosto de 2009

Mañana estaré en Torre de Papel






La Torre de Papel, programa que dirige José Cantabella en Onda Regional, a partir de las 22,10 horas, estaré haciendo un resumen de mi recorrido creativo en el mundo de la poesía.

Un poco de Con paso lento, otro de Dulce amargor, unas pizcas de Crepusculario, unas gotas de Arde en tus manos, otra pizca de...

Espero que me acompañéis.

viernes, 14 de agosto de 2009

Aunque Hablando de Libros está de vacaciones

Ya hemos entrevistado a Jesús Barona Vilchés y Francisco Gijón, entrevistas que se publicarán a partir de septiembre.

En breve lo haremos con Alejandro Guardiola, David Prieto, Eloy Sánchez Rosillo, Carmen Sabater Rex...

miércoles, 12 de agosto de 2009

Prosofagia nº 3


En La cólera de Nébulos (bitácora) ya os adelanté la aparición de Prosofagia, revista que ha alcanzado su tercer número y que está en la red disponible para que la leáis, en diferentes formatos, y gratuitamente.

Pinchad AQUÍ y os llevará a ella.

El motivo de traerla a este diario es por que en el presente número se incluye una breve carta mía al director, felicitándoles por este tercer número y animándoles a continuar por ese camino.

martes, 11 de agosto de 2009

Pilar López Bernués comenta Los martes de luna llena


La escritora y crítica literaria Pilar López Bernués comenta la antología "Los martes de Luna Llena" en su foro, a la espera de que el comentario sea subido al sitio Anika entre Libros.

Podéis leer la reseña AQUÍ.

Que dice, entre otras cosas:

Sendos escritos, a modo de introducción, del alcalde de Molina de Segura (Eduardo Conteras Linares) y del director de VegamediaPRESS (Jesús Pons) emplazan al lector en el centro de un ambiente cultural diverso, anecdótico, rico y especialmente atractivo: Un café concierto de Molina de Segura en el que se reunían escritores, músicos y paisanos para disfrutar con sus tertulias, comentar obras conocidas y otras inéditas y, especialmente, dar soporte a jóvenes autores murcianos...

A Pilar López Bernués podéis encontrarla también en:

http://www.plbernues.es.tl/ (Página de Escritora)
http://literatura.superforos.com/ (Foro literario propio)
http://plbernues.spaces.live.com/ (Blog)
http://www.nutricion10.es.tl/

lunes, 10 de agosto de 2009

Prólogo a Reloj de Candela, de Faustina Bermejo


Sigo reproduciéndo los prólogos que he escrito para diferentes libros. Esta semana es el que escribí al poemario de Faustina Bermejo, IREL, titulado Reloj de Candela y del que, a diferencia del de la semana anterior, no cambiaría nada.

Lo terminé de escribir el 16 de abril de 2007:




Ser poeta no es ningún don que Calíope, la musa de la poesía, concedió. Muy al contrario. Ser poeta es también estar prisionero de Melpómene, de la tragedia, de los quebraderos de cabeza y de pocas alegrías.

Siempre recuerdo las palabras del cordobés Eduardo García, cuando en un lejano Taller de escritura, nos avisaba de los peligros de caer en las redes de la poesía, a la que no se puede renunciar como no se puede dejar de amar a la mujer (o al hombre) de tus sueños. Nos avisaba, y muy seriamente, de que se trataba de una necesidad que alimentábamos durante años hasta que se apoderaba de nosotros. Y entonces, esclavos de la musa de la tragedia, tendríamos que dejarlo todo cuando menos lo esperásemos para salir en busca- y captura- de lo que él definía como “el verso feliz o una oscura intuición” que nos conduzcan al poema. Y sabiendo, oh cruel Talía, que siempre, siempre, se quedará al menos un poco por debajo del que previamente Erato nos había permitido imaginar.


No hay antivirales para el virus de la palabra.

Pero tampoco los poetas son el centro de las notas de la flauta de Euterpe, no son “mensajeros de las alturas”. Tampoco. Pablo Neruda decía que, si alguna vez le llegaba la inspiración, que le cogiese escribiendo. Aquellas notas son la fuerza primigenia, a lo que Mallarmé nos diría “no es con las ideas con lo que se hacen los versos. Es con las palabras”.

Irel, Faustina Bermejo, es un ejemplo de todo lo anteriormente comentado. Quien la conoce, ¿pone en duda que sufre el virus de la palabra? Ella lo sabe, nosotros lo sabemos. Además, conocedora de su divina enfermedad, la recrea con los dones de Terpsícore y Polimnia.

En el presente libro de versos tenemos una muestra de su pasión, de esas notas musicales que un día escuchó mientras ascendía por desconocidas dunas, en lejanos desiertos, en mundos por los que ella transita en solitario, sabiendo que cada palabra tiene un sonido, vocal y musical, con el cual nos deleitará cuando las Musas, divinas, así lo decidan.


Por que además, se nos presenta quimérica, “soy una mujer,/ pero la otra mitad de mí/ es hombre” y, si sabiéndolo, le preguntas quién es, no dudará en contestarte “quién soy yo? Preguntas/ ¿amante o amada?”, dejándote con la duda, a la vez que te invita a seguir buscándola.

Hazlo. Te has asomado a estas páginas, has leído estas líneas, y al hacerlo, has revelado ya tus intenciones. Entra.


Francisco Javier Illán Vivas

viernes, 7 de agosto de 2009

Hablando de libros descansa hasta septiembre

En efecto, en septiembre, Hablando de libros regresará con entrevistas a Fulgencio Martínez, Joaquín Corbalán, Carmen Sabater Rex, Rosa Campos Gómez, Francisco Gijón, Jesús Barona Vilches, David Prieto Ruíz, José María López Conesa, Eloy Sánchez Rosillo, Rubén Castillo, ...

jueves, 6 de agosto de 2009

La Maldición en aNobii


La ficha la ha cumplimentado el forero de sedice, Fernando, quien ha tenido a bien subir La Maldición, primera entrega de La cólera de Nébulos, al sitio aNobii, que cuenta con más de 12.800.000 libros.

Podéis verla AQUÍ.

lunes, 3 de agosto de 2009

Prólogo a Pectro, de Marcelino Menéndez

Algunos y algunas me lo habéis sugerido por correo electrónico y, bien, no me parece mala idea, sobre todo ahora, en este agosto donde España arde en incendios provocados o no, ayudándonos a que el cambio climático llegue antes.


Este es el prólogo que escribí para Plectro, de Marcelino Menéndez, 2007. Entended que, posiblemente en todos los prólogos que he escrito, hoy, los redactaría de otra forma:





Desde Fernando Pessoa se acostumbra a decir que los poetas no tienen biografía, tienen obra. Y ésta es una máxima que Marcelino Menéndez sigue, pues se inició en la escritura en el año 2000, y está llenando de libros los estantes de las librerías de los amigos. No sé si conoce estos versos del citado Pessoa, pero infiero que definen muy bien su forma de entender la poesía:

Não tenho ambições nem desejos.
Ser poeta não é uma ambição minha
é a minha maneira de estar sozinho

(no tengo ambiciones ni deseos./ Ser poeta no es una ambición mía/ es mi manera de estar solo).

Marcelino Menéndez nació en Lugo de Llaneras (Asturias) el 24 de febrero de 1933, pero desde siempre ha estado viajando, hasta retornar a España y, asentarse, ¿definitivamente? en Murcia. Estos signos interrogatorios que coloco alrededor de la palabra definitivamente es por que le reconozco viajando, ahora menos kilómetros, pues no descarta posibilidad que se le presente para dar a conocer su obra poética; y lo podemos encontrar en cualquier municipio de la Región de Murcia. El poeta se analiza a sí mismo mientras escribe, mientras lee, mientras recita. Estoy convencido que para Sully Prudhomme, Marcelino sería un poeta en las diferentes acepciones que intentaba explicar con aquella pregunta que se formuló en octubre de 1987, ¿qué es la poesía?

Desde que nos conocimos, en un lejano Jueves de Julio (en la cafetería Los cuatro gatos), organizados por la extinta Aula de Poesía de la Universidad de Murcia, he tenido el placer de ser receptor y lector de las nuevas composiciones poéticas de Marcelino. Incansable y perseverante en, como decía el maestro Martínez Valero, encontrar la palabra adecuada es semejante a luchar contra un muro, y el poeta es hombre de acción, lo que equivale a decir que es hombre de palabra.

Un título extraño para este nuevo libro, Plectro (Inspiración), pero la inspiración y el trabajo no se excluyen. Han sido muchos los poetas a quienes se les ha atribuido la frase ¡que venga la inspiración, pero que me coja trabajando! (a Baudelaire, a García Lorca, a Neruda, a Valéry,...) y en Marcelino se demuestra que inspiración y trabajo no son contradictorios; más bien, que el trabajo es el campo ideal para que florezca la inspiración.

Como éste, su anterior libro, Inquietud en lo invisible, llevaba una cita de Whitman, un pensamiento triste, como puede entenderse su obra poética, colmada de ausencias, de sueños, de misterios, de colores en primaveras decadentes, del paso del tiempo, de silencios: como los amarillos del otoño,/ mis noches son el tiempo de la meditación,/ y cruzo la humilde soledad del horizonte/ por el umbral de mis sueños.

Poeta tardío, gladiador de la palabra, muchas veces los poemas le queman en las manos, y él, que siente la ansiedad del final, nos deja una Inspiración para leerla a la luz de las infinitas velas, en forma de estrellas, que la noche ha encendido.

Francisco Javier Illán Vivas