martes, 22 de diciembre de 2020

Escena de Versos envenenados, 54

 


            Se echó hacia atrás en el incómodo banco. Le dolía la espalda. El médico le había repetido una y otra vez que debía hacer ejercicio, nadar, andar, que llevaba una vida sedentaria y ello le agudizaba los dolores. Y bajar un poco de peso, pues estaba «regordete». Pero tampoco debía hacerle totalmente caso, también solía recomendar a sus pacientes que no fumasen, y él fumaba un cigarro tras otro.

            Se miró el reloj. ¡Joder! Llevaba tres horas. Terminaría el capítulo referente a las intoxicaciones por medicamentos y se marcharía a comer y descansar para el turno de 1a noche.

            Se detuvo especialmente en la intoxicación por insulina, leyó con interés las referencias al pentotal, que es utilizado por vía intravenosa como medio de ejecución de la pena capital en determinados Estados de Norteamérica, y se fue directamente hacia los hipnóticos, los barbitúricos, la llamada muerte dulce. El síntoma fundamental de la intoxicación es el coma, al que se superponen trastornos respiratorios en los barbitúricos de acción rápida y sobre infecciones pulmonares en los de acción lenta. Leyó que numerosos derivados barbitúricos se utilizan en el tratamiento de la enfermedad epiléptica, por lo que son frecuentes las intoxicaciones fortuitas y voluntarias, en estos enfermos o en sus familiares cercanos.

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