sábado, 1 de agosto de 2020

Escena de Versos envenenados, 49


       
     En ese punto regresó a la realidad, tan fantástica, tan inverosímil como aquel sueño de recuerdo. Se había enamorado, no hacía unos días, no. Tenía sobrados momentos, para amar a Carmen desde un lejano ayer, amarla ahora y seguir amándola en el mañana y, como había leído en Los Puentes de Mádison, con esa seguridad que solo se presenta una vez en la vida.
            Miró el reloj. Las cinco y media. Pronto el Sr. Muelas tomaría el relevo. ¡Era afortunado su compañero! Tenía la oportunidad, que seguramente no apreciaría, de verla todas las mañanas, como ver el amanecer de cada nuevo día. Pocas personas como él sabían agradecer a los eternos un nuevo día.

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