Juan sintió frío nada más entrar a las silenciosas salas
de lectura de la biblioteca de Murcia, oscura, cuyo olor tanto le agradaba,
cuyo silencio era como una segunda piel que se pegaba y te taponaba los poros
hasta que volvías a salir a la calle.
Pero aquella mañana sintió frío.
Era una reacción lógica del cuerpo tras toda la noche de
servicio. Sabía que no tardaría en reponerse, y que le sobrevendría el calor,
invitándole a meterse en la cama, pero el descanso debería esperar, deseaba
buscar unos libros y leer un rato antes de acostarse. ¡Ya dormiría toda la
tarde!
No hay comentarios:
Publicar un comentario