Se puso en pie y se
acercó a la pared de enfrente. Superpuso el folio sobre los cuadros hasta que
encontró uno que se ajustaba a lo que buscaba. Lo descolgó y, tras buscar un
cuchillo con el que desprenderle la parte trasera, quitó la estampa y colocó en
su lugar el folio con la poesía escrita. Volvió a colocar la parte trasera y
reajustar los clavos.
—Mañana los clavaré mejor... Pero
ahora está muy bien —se dijo volviendo a colgar el cuadro
en su alcayata.
Se alejó unos pasos y volvió a leer el poema que Carlos
le escribiese, ahora en silencio, para ella sola.
Sí. Lo dejaría allí, prefería recordar ese instante de su
relación con Carlos, y olvidar los últimos momentos. Prefería y deseaba recordar
sus primeros besos, sus abrazos, sus caricias, las veces que hicieron el amor,
la pasión que Carlos juraba sentir por sus ojos de color castaño.
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