martes, 26 de noviembre de 2019

Escena de Versos envenenados, 41



           Podía decir que Marta quiso quedarse cuando Isco se vio en la necesidad de marcharse, pero finalmente ella le aconsejó que se fuese con su hombre, quien además sufría algún problema que le turbaba. Y, a su lado, apareció Juan, como una sombra protectora, como un taburete donde descansar tras una agotadora marcha. La acompañó a casa y le deseó buenas noches. Ahora ella estaba allí, sola, todo había terminado, de la mejor forma, aunque ―y a pesar de los últimos momentos― no podía olvidar que Carlos la había hecho muy feliz, que la había sacado de su ensimismamiento, pero tampoco deseaba olvidar que se había aprovechado de ella, que su único objetivo fue ascender en la empresa y que ella había sido para él un instrumento para alcanzar tan ambiciosos objetivos.



Puedes hacerte con un ejemplar en tu librería o en este ENLACE.

No hay comentarios: