martes, 27 de agosto de 2019

Escena de Versos envenenados, 37


           
Caminé hacia la cancela exterior del recinto, mientras fumaba aquel diminuto cigarro que me estaba produciendo tanto placer. Me aparté cuando varios vehículos entraron en el recinto y salí a la carretera.
            La crucé para llegar a una tienda de plantas (1), que en aquellos momentos estaba cerrada, pero quería mirarlas mientras me terminaba aquella diminuta porción de tabaco.
            Junto a la valla había varias macetas con plantas de salvia, romero, orégano, tomillo, santolina y otras aromáticas. Metí la mano y toqué la segunda, llevándomela después a la nariz para oler aquel aroma que tantos recuerdos me traía.
            ¡Bueno, capullo! ―me dije en voz alta―. Ha llegado el momento de entrar y portarte.
            Volví sobre mis pasos. El romero seguía oliendo en mis dedos y en mi cerebro, dándome una extraña sensación de seguridad ante lo inseguro que se presentaba mi provenir.


(1) Se refiere al Azalea Garden Center, para no confundir con el Herbolario Aguador Natural 

No hay comentarios: