martes, 9 de julio de 2019

Escena de Versos envenenados, 34


     
       ¡Carmen! ¡Carmen! Siempre Carmen... ―protesté volviéndome hacia el espejo y colocando nuevamente el nudo de la corbata en su lugar.

            ¡Por Dios, no podía imaginarme cuan premonitorias eran aquellas palabras! ¡Siempre Carmen!

            Ella se arregló los pequeños desperfectos que mi impetuoso abrazo le había producido en su negro vestido, se giró a un lado y a otro, comprobando el perfecto estado de revista y definitivamente salimos hacia el tanatorio.

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