Cuando levantó los ojos del libro, dos horas después,
conocía la vida y muerte de Pablo Neruda con soltura para hablar de él con
cualquiera.
—Veamos como escribe.
Cuerpo de mujer, blancas
colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en
tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego
salvaje te socava
y hace saltar el hijo
del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel.
De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba
su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te
forjé como un arma,
como una flecha en mi arco,
como una piedra en mi honda.
Seguiría leyendo hasta terminar este primer libro y
después estaba en disposición de intentar citarse con Carmen, quien una y otra
vez aparecía ante sus ojos, estuviese despierto o dormido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario