lunes, 28 de enero de 2019

Escena de Versos envenenados, 24


            Cuando levantó los ojos del libro, dos horas después, conocía la vida y muerte de Pablo Neruda con soltura para hablar de él con cualquiera.
            Veamos como escribe.

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

            Seguiría leyendo hasta terminar este primer libro y después estaba en disposición de intentar citarse con Carmen, quien una y otra vez aparecía ante sus ojos, estuviese despierto o dormido.



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