Solo con verlos una vez podría reconocer la voz de cada
empleado entre cien, y asoció inmediatamente a esa voz un nombre y un rostro. Y
también fue capaz de relacionar cualquier nueva que durante la presentación se
pusiese sobre la mesa, tales como soltero o soltera, casado o casada, hijos o
no hijos. Todo. Era capaz de archivar tan variopinta información para cuando,
en un futuro, la necesitase. Y él se atrevió a preguntar detalles más
profundos, como si eran de Murcia o de otra ciudad, si los niños iban al instituto,
si el marido o la mujer trabajaban, etc.
¡Y qué confiados eran todos! En seguida hablaban y
hablaban. ¡Tenían tanta necesidad de ser escuchados! De contar los éxitos
escolares de sus hijos o los éxitos profesionales de sus respectivas parejas,
de si vivían en Molina de Segura, o en Beniaján, o en Alcantarilla, o en Puente
Tocinos.
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