Lo abrió y dejó viajar sus ojos por las páginas:
Me gustas cuando callas
porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y
mi voz no te toca.
Parece que los ojos se
te hubieran volado
y parece que un beso te
cerrara la boca.
Como todas las cosas...
—¡Buenos días, señorita Delegido!
Era el bullicioso saludo del señor Clavel, el segundo en
la cadena de mando de la empresa.
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