Recibo con sumo placer la aparición de la antología del Relato Negro V, dedicada a "Matar a quienes manejan la economía", editada por Ediciones Irreverentes, donde se incluye mi relato "Concierto privado de Navidad", que ha sido seleccionado entre otros muchos autores y autoras.
Después de que en el volumen IV de la Antología apareciese mi bien amigo Jerónimo Tristante, entre otros buenos amigos y amigas -lo cito por su cercanía y murcianía, entre los que incluyo a Pedro Amorós- tenía la ilusión de estar incluido en una prestigiosa edición como la de Relato Negro de Ediciones Irreverentes.
La idea de esta Antología nace al ver la corrupción absolutamente generalizada en el Estado español y en otros países occidentales y que los tres últimos directores gerentes del Fondo Monetario Internacional están investigados o procesados. En tiempos de una crisis terrible que golpea a millones de personas, el enriquecimiento de unos pocos a costa de la mayoría hace pensar en el fin de quienes manejan la economía mundial contra la totalidad y en beneficio propio. Esta antología, que se ha hecho con animus jocandi, y sin el más mínimo animus iniuriandi, animus doli o animus abutendi no pretende que se mate a nadie, porque sería delito, sino recrea posibles muertes literarias de los más poderosos.
Y lo hacen con maestría los relatos de los españoles Javier Hernández Velázquez, Jose Luis Ordóñez, Elena Marqués, Francisco J. Segovia Ramos, Pedro de Paz, Julio Fernández Peláez, Pako Santos, Pablo Vázquez Pérez, David J. Skinner, Jesús Yébenes, Pedro Amoros, Juan Guerrero Sánchez, Olga Mínguez Pastor, Carmelo Anaya, Francisco Javier Illán Vivas, Julio G. Castillo, Marta Gómez Garrido, Daniel Aragonés, Miguel Ángel de Rus y Diego Gil López, los argentinos Guillermo Orsi y Fernando Veglia y el colombiano Gustavo Valcárcel Carroll.
Los nombres de quienes mueren en esta Antología del relato negro V son muy conocidos: son ricos, poderosos, tienen secretaria, chofer, guardaespaldas. Incluso tienen doctorados cum laude. Los hay jefes de Estado y de Gobierno o directores de banco. Algunos son tan poderosos que pueden cambiar no sólo gobiernos desde la sombra, sino sistemas políticos.
Y los medios de comunicación mundiales los llaman filántropos, en lugar de asesinos. Algunos de estos deleznables protagonistas han pasado unas semanas a la sombra antes de volver a la vida normal sin haber devuelto lo robado.
Un día de furia lo tiene cualquiera, así lo demuestran los escritores, quienes no pretenden incitar a la violencia con sus relatos, sino llevar a meditar sobre las vidas posibles en la literatura.
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