a su corteza de cofre
donde guardaban sus vidas.
Unidas a deseos y esperanzas
de contemplarlos crecer
desde retoños, como tus hijos,
en la ansiada alborada.
Árboles irradiando vida
desde sus altas atalayas
copas de nidos enamorados
sobrepasando tu vida
de odio y espanto
tanto que enloquecieron
los desgarradores ánimos
y para que no te sobrevivieran
los talastes alienado,
en tu violada atardecida.
Francisco Javier Illán Vivas
Crepusculario
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