Yacíamos junto al fuego
en el amanecer de las miradas,
inquietas todas ellas
como gaviotas,
de formas borrosas
sobre sonoros acantilados,
la arena, sólo ella,
era testigo
de manos alertas,
parecían dormir
manteniendo despiertos
los sentidos.
Y, ahora,
¿a dónde fueron las gaviotas?
Francisco Javier Illán Vivas
Arde en tus manos
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