Aquella mañana regresábamos al hotel desde Montmartre, cuando inesperadamente- nunca mejor utilizado este adjetivo- nos encontramos con Elvis, que apenas estuvo en el metro un par de estaciones, bajándose en el Quai de Strasbourg-St. Denis.
No pude evitar llamarle, y él, se volvió con una triste sonrisa. Hablamos durante unos minutos, me contó que vive feliz en París, casi en el anonimato, ya casi nadie le conoce y, en una ciudad tan abierta al mundo (tan cosmopolita), con tanta diversidad, él pasaba totalmente desapercibido.
Me pidió que no le tomase fotografías, pero Toñy no pudo evitar disparar esta, cuando se alejaba, como perdiéndose en la niebla del tiempo, del recuerdo, de quien fue, de quien es.
No pude evitar llamarle, y él, se volvió con una triste sonrisa. Hablamos durante unos minutos, me contó que vive feliz en París, casi en el anonimato, ya casi nadie le conoce y, en una ciudad tan abierta al mundo (tan cosmopolita), con tanta diversidad, él pasaba totalmente desapercibido.
Me pidió que no le tomase fotografías, pero Toñy no pudo evitar disparar esta, cuando se alejaba, como perdiéndose en la niebla del tiempo, del recuerdo, de quien fue, de quien es.
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