En su bitácora "Mis libros", Rubén Castillo comenta Crepusculario, mi tercer poemario, y destaca, entre otras cosas:
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Francisco J. Illán Vivas, con un lenguaje de apariencia sencilla y con versos cortos y exactos, donde importa más el contenido que el continente, nos va entregando revelaciones parciales de su estado anímico (“No puedo evitar / llorar espinas / de tortura”, p.28) y nos acaba confesando la desolación general que lo zarandeó mientras componía estas páginas (“No hay agua donde beber, / y voy sediento, abrasado / por el polvo del camino, / no hay árbol donde cobijarse / de esta vida que me consume”, p.42). En suma, nos encontramos ante unos versos, negros de tinta y rojos de sangre, que convencerán a más de un lector.
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