Una entrevista de María Ángeles Moranes Chazarra, cortesía de Ágora digital.
José María Merino es un incondicional defensor de la literatura de calidad, avezado lector e infatigable escritor de novelas y cuentos, ¿has encontrado en estas fórmulas narrativas la expresión de tu mundo?
Bueno, yo pienso que la literatura se encuentra en muchas formas, lo que ocurre es que el cuento fue el primer género, antes de que existieran la palabra y la escritura el cuento ya estaba ahí y para mí sigue siendo el vehículo perfecto para formar el gusto literario.
Siempre prosa, ¿y la poesía? ¿Estás enfadado con ella?
No, la poesía se enfadó conmigo y me abandonó, pero antes me permitió algo que valoro mucho, aquilatar las palabras. Es un claro taller de precisión, concisión, de elegir la palabra justa, la imagen adecuada, y este sentido le estoy agradecido a la poesía.
Siempre se ha dicho que la literatura tiene algo de terapéutica, ¿en qué te ayuda a ti la literatura?
A entender mucha cosas, como lector y como escritor. Como lector he aprendido a conocer tanto el aparente desorden de lo que nos rodea como a mí mismo, y como escritor forma parte de la técnica de desentrañar aquello que no entiendo, lo confuso.
Para los lectores y mirando desde el punto de vista de un escritor veterano como tú, ¿qué es lo que debe procurar un autor para captar lectores?
Hay muchas clases de lectores. Hay unos que prefieren solo el puro argumento. Yo soy un lector que agradece mucho el lenguaje y la composición de un libro, también valoro la trama, personajes y que el libro me dé una representación de la realidad ayudándome a entenderla.
Has conseguido varios premios, el de la Crítica con el título Cuentos del reino secreto, el Miguel Delibes con Las visiones de Lucrecia, el Nacional de literatura juvenil con Los trenes del verano, y algunos más, ¿en qué han condicionado tu escritura posterior estos premios?
En nada, salvo dos premios a los que me he presentado con la primera y la última novela porque tenía el nombre de Gonzalo Torrente Ballester y me apetecía, los demás me los han dado, han sido un regalo. Son estimulantes los premios, te hacen pensar que tu obra es reconocida pero nunca me han hecho cambiar mis proyectos. Yo escribo un libro aunque crea que no va a tener difusión.
¿Has usado alguna vez algún seudónimo?
No, nunca, porque siempre me pareció que mi nombre literario era mi nombre natural.
¿Y cuándo te has presentado a algún premio?
En esos casos, bajo plica, sí. Pero he puesto un seudónimo muy neutro, algo así como cinco de marzo. En cambio, he trabajado en colaboración con otros dos escritores, Luis Mateo Díez y Juan Pedro Aparicio para descubrir un personaje llamado Sabino Ordaz que ha escrito un libro titulado Las cenizas del fénix, una colección de artículos. En este caso sí hemos creado un seudónimo.
Es difícil potenciar la lectura entre las nuevas generaciones, ¿qué hacer en colegios e instituos de secundaria? No me digas que el profesorado debe leer en clase como fomento de la lectura porque es un argumento que no tiene respuesta por parte de esos supuestos lectores.
Quien tiene que tomar conciencia de esto son los políticos porque la sociedad no puede descansar todos sus problemas en el sistema educativo, este no tiene por qué enseñar valores- educación vial, antitabaquismo, etc,- es la sociedad, a través de la familia, la responsable de estas instrucciones y también de la lectura.
La escuela tiene que tener un papel formativo en la cultura. Y lo peor de todo es que hay familias con buen nivel económico que piensan que la obligación de dar cultura estética y literaria a los chicos es de la escuela y los institutos, pero la misión de estos es completarla. Hay una responsabilidad política y pública que no tiene por qué transferirse a la escuela, que ésta resuelva lo que no resuelva la sociedad.
¿Y el futuro literario más próximo pasa por...?
La publicación de La sima, una novela que se sale de mis novelas tradicionales. Trata de esa cultura de confrontaciones, de propensión a lo violento que tenemos los españoles. Posee un fondo ambiental de la guerra carlista sobre la que el personajes es incapaz de redactar su tesis doctoral y se dedica a escribir otros hechos.
José María Merino es un incondicional defensor de la literatura de calidad, avezado lector e infatigable escritor de novelas y cuentos, ¿has encontrado en estas fórmulas narrativas la expresión de tu mundo?
Bueno, yo pienso que la literatura se encuentra en muchas formas, lo que ocurre es que el cuento fue el primer género, antes de que existieran la palabra y la escritura el cuento ya estaba ahí y para mí sigue siendo el vehículo perfecto para formar el gusto literario.
Siempre prosa, ¿y la poesía? ¿Estás enfadado con ella?
No, la poesía se enfadó conmigo y me abandonó, pero antes me permitió algo que valoro mucho, aquilatar las palabras. Es un claro taller de precisión, concisión, de elegir la palabra justa, la imagen adecuada, y este sentido le estoy agradecido a la poesía.
Siempre se ha dicho que la literatura tiene algo de terapéutica, ¿en qué te ayuda a ti la literatura?
A entender mucha cosas, como lector y como escritor. Como lector he aprendido a conocer tanto el aparente desorden de lo que nos rodea como a mí mismo, y como escritor forma parte de la técnica de desentrañar aquello que no entiendo, lo confuso.
Para los lectores y mirando desde el punto de vista de un escritor veterano como tú, ¿qué es lo que debe procurar un autor para captar lectores?
Hay muchas clases de lectores. Hay unos que prefieren solo el puro argumento. Yo soy un lector que agradece mucho el lenguaje y la composición de un libro, también valoro la trama, personajes y que el libro me dé una representación de la realidad ayudándome a entenderla.
Has conseguido varios premios, el de la Crítica con el título Cuentos del reino secreto, el Miguel Delibes con Las visiones de Lucrecia, el Nacional de literatura juvenil con Los trenes del verano, y algunos más, ¿en qué han condicionado tu escritura posterior estos premios?
En nada, salvo dos premios a los que me he presentado con la primera y la última novela porque tenía el nombre de Gonzalo Torrente Ballester y me apetecía, los demás me los han dado, han sido un regalo. Son estimulantes los premios, te hacen pensar que tu obra es reconocida pero nunca me han hecho cambiar mis proyectos. Yo escribo un libro aunque crea que no va a tener difusión.
¿Has usado alguna vez algún seudónimo?
No, nunca, porque siempre me pareció que mi nombre literario era mi nombre natural.
¿Y cuándo te has presentado a algún premio?
En esos casos, bajo plica, sí. Pero he puesto un seudónimo muy neutro, algo así como cinco de marzo. En cambio, he trabajado en colaboración con otros dos escritores, Luis Mateo Díez y Juan Pedro Aparicio para descubrir un personaje llamado Sabino Ordaz que ha escrito un libro titulado Las cenizas del fénix, una colección de artículos. En este caso sí hemos creado un seudónimo.
Es difícil potenciar la lectura entre las nuevas generaciones, ¿qué hacer en colegios e instituos de secundaria? No me digas que el profesorado debe leer en clase como fomento de la lectura porque es un argumento que no tiene respuesta por parte de esos supuestos lectores.
Quien tiene que tomar conciencia de esto son los políticos porque la sociedad no puede descansar todos sus problemas en el sistema educativo, este no tiene por qué enseñar valores- educación vial, antitabaquismo, etc,- es la sociedad, a través de la familia, la responsable de estas instrucciones y también de la lectura.
La escuela tiene que tener un papel formativo en la cultura. Y lo peor de todo es que hay familias con buen nivel económico que piensan que la obligación de dar cultura estética y literaria a los chicos es de la escuela y los institutos, pero la misión de estos es completarla. Hay una responsabilidad política y pública que no tiene por qué transferirse a la escuela, que ésta resuelva lo que no resuelva la sociedad.
¿Y el futuro literario más próximo pasa por...?
La publicación de La sima, una novela que se sale de mis novelas tradicionales. Trata de esa cultura de confrontaciones, de propensión a lo violento que tenemos los españoles. Posee un fondo ambiental de la guerra carlista sobre la que el personajes es incapaz de redactar su tesis doctoral y se dedica a escribir otros hechos.
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