viernes, 1 de mayo de 2009

Hablando de libros con Luis Alberto de Cuenca

Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950). Profesor de Investigación del C.S.I.C., posee una importante obra como poeta, ensayista y traductor. Su libro de poesía La caja de plata (1986) obtuvo el Premio de la Crítica y ha sido recogido junto a la mayor parte de su obra poética en Los mundos y los días, cuya tercera edición fue publicada en 2007. Su último promario, La vida en llamas (2006), fue galardonado con el Ciudad de Melilla. En 1987 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión del Cantar de Valtario.

Ha sido director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Estado de Cultura, y en 2006 obtuvo el Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid.

Su obra se ha traducido al francés, alemán, italiano, inglés y búlgaro.

Una entrevista de Carmen Clemente Abenza.
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Es extraño y bastante nuevo para mí, hacer una entrevista al autor de un libro, que reeditado ahora, fue escrito hace casi 30 años. Lo escribió, y utilizo sus propias palabras, un imberbe y apasionado muchacho y ahora comparto este tranquilo espacio con un maduro y atractivo, añado yo, Profesor de Investigación del CSIC. Sin embargo, no podemos retrotraernos a ningún otro tiempo que no sea el aquí y el ahora. Así que estás son las preguntas que me sugiere la lectura de “Necesidad del mito” reeditado ahora por Nausicáa, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Molina.


P.- Escribes bellas poesías, canciones de letras cachondas, te gustan los dibujos animados, traduces a los clásicos, eres adicto al solitario vicio de los tebeos, has sido director de I.F. del C.S.I.C, de la Biblioteca Nacional, Secretario de Estado de Cultura... ¿qué cóctel es éste?
Respuesta.- El cóctel de mi vida. Es agridulce. Lleva frutas y alcohol de quemar. Unas veces me lleva al paraíso, otras me proporciona unas resacas insufribles.


Pregunta.- ¿Cuál el tu necesidad del mito o, de otra forma, qué significa el mito en tu vida?
Respuesta.- Lo mismo que en la vida de todos: la posibilidad de encontrar respuesta al enigma del mundo, por imposible e inverosímil que sea esa respuesta.


P.-¿Algún personaje o mito en especial en tu vida?
R.- A juzgar por lo que trabajo, el mito del obrero infatigable en la URSS de los años veinte del siglo pasado. He tenido un mes de abril de aúpa.


P.- Y tal vez, relacionado con ello, has pasado por diferentes mitos (personajes de la mitología) en tu vida?
R.- Cada ser humano es, de alguna manera, un esqueje de todos los personajes mitológicos. Dios lo planta el vástago en su jardín y los mitos vuelven a crecer.


P.-¿Algún momento que consideres iniciático de tu vida?
R.- Cuando tenía trece años y devoré las Obras completas de Shakespeare, traducidas por Astrana Marín, que me habían regalado mis padres por sacar matrícula en reválida.


P.- ¿Tienes preferencia por alguna mitología en especial? (y por qué no: ¿Tienes preferencia por la mitología de alguna cultura en particular?)
R.- Me interesa, sobre todo, la mitología germánica. Luego, la grecorromana. Junto a la mitología de la antigua India, son los principales corpora mitológicos de nuestra tribu.


P.- Recuerdo haber leído una entrevista en la que contabas que tu padre te leía a Rubén Darío. En Necesidad del mito citas un cuento, Orlando. Además de poesía, ¿alguien te contaba cuentos de pequeño? Y no me refiero a cuentos literarios, sino de tradición oral. ¿Cuáles eran tus cuentos preferidos?
R.- Una criada de la provincia de Zamora que tuvo mi abuela nos contaba cuentos terroríficos de tradición oral a mi hermana y a mí antes de irnos a la cama. Pasábamos un miedo espantoso. De ese miedo inicial surgió, tal vez, mi pasión por lo fantástico. Entre los cuentos de Grimm y de Andersen, prefieron los de Grimm. Me gustan más los Volksmárchen que los Kunstmärchen.


P.- Cuando contemplo fotos tuyas, tomadas en tu casa, además de cientos de libros, observo que hay cantidad de figuritas de héroes de tebeos. Háblame de esa afición, de esas figuritas.
R.- Son mis fetiches. Me protegen. Me sirven de amuletos contra la soledad, contra el terror que supone estar vivo.


P.-¿En qué orden ocurrió tu evolución creativa? Poesía, cuentos, tebeos, mitos...
R.- In principio erant… los tebeos. Luego, los libros. Los mitos estuvieron siempre, porque ellos viven en la poesía, en los cuentos, en los tebeos: en todas partes.


P.- Después de mencionar una frase de Valdemar Vedel “En todo pueblo joven y vigoroso la guerra es una necesidad vital” y otra de Bertran de Born “Barones, antes de dejar de hacer la guerra,/empeñad castillos, villas y ciudades./…/Pues vale más morir que sobrevivir vencido.”, dices: “y lo que es más hermoso: jamás hubo- hay, habrá- un porqué ni un para qué. Sólo el héroe y su honor, un campo de batalla y una espada desnuda y cuellos que cercenar”. ¿Esta opinión es fruto de su juventud, conclusión de todo lo que ha leído, resumen del héroe? ¿No se cansan los hombres de hacer la guerra, sólo por ser hombres o para demostrar que lo son?
R.- Mi frase es fruto del entusiasmo épico de la juventud. Ahora la habría escrito de forma menos rotunda, menos apabullante. Lo de la guerra, en cambio, sigue ahí –quiero decir, vigente–, pues por desgracia no depende de que los hombres se hagan o no los gallitos de corral, sino que es algo consustancial a la especie humana.


P.- Una duda, ¿qué ocurriría si no hubiese un adversario/ enemigo al que abatir?

R.- Siempre lo habrá, no sufras por eso.


P.- ¿Cuál es el papel de la mujer en la mitología, además de madre, recompensa del héroe o tentación?
R.- Todas esas cosas y muchas más. La mujer es el cofre que guarda el tesoro y la heroína que lo descerraja. El origen y el objetivo. Sin ella no hay mitología que merezca la pena visitar.


P.- ¿Es imprescindible llegar espada, como Xena, para ser considerada en el estatus de heroína? ¿Sin espada no hay heroicidad?
R.- El status heroico no está determinado por las armas que uno –o una– lleve en la mano o en el cinto, sino en la grandeza de su espíritu, en la nobleza de su corazón.


P.- ¿Qué nos puede enseñar El Mito, en mayúscula, en estos tiempos de crisis de identidad por la que atraviesan la mujer y el hombre, sobre la feminidad y la masculinidad?
R.- Mucho. Freud, por ejemplo, operaba con mitos en su asedio a los intríngulis del alma humana. Platón, también.


P.- ¿Qué mitos recomendaría, en estos tiempos para la infancia, la adolescencia, la madurez, el hombre, la mujer...?
R.- Los viejos mitos germánicos y grecorromanos. Los mitos de siempre.


P.- Estuve charlando el otro día con Eduardo Segura, y hablamos sobre esta entrevista. Me pidió que te preguntase ¿por qué vericuetos culturales ha llegado El Mito a tener ese sentido peyorativo, en nuestra cultura, tal como mentira o cuento chino?
R.- A partir del siglo XVII, y, sobre todo, a partir del positivismo decimonónico, el racionalismo empieza a hacer de las suyas. De ahí esa acepción peyorativa del término ‘mito’. ¡Un abrazo para el gran Eduardo!


P.- El capítulo dedicado a la mitología política me ha llamado mucho la atención. A ver si lo he entendido bien: si inventamos una mitología adecuada al momento histórico, utilizamos una buena campaña de marketing y conseguimos un buen líder, ¿se podría hacer una revolución? ¿es esto lo que intentan hacer los partidos políticos? O bien con intereses aparentemente diferentes ¿la publicidad?
R.- En un régimen democrático, los partidos políticos no pretenden hacer la revolución, sino ganar las elecciones. Las revoluciones siempre tienen una vocación totalitaria. Y en los totalitarismos la propaganda es fundamental.




P.- Hay una frase en su libro “El hombre es el único ser consciente de su paulatina e ineluctable destrucción, de su muerte”, y una cita de Constantino Cabal “Toda la mitología (…) ha nacido de la muerte”, o la lectura de uno solo de los versos de Gilgamesh “¡y doquiera que pongo mi pie está la muerte!”. Todo esto me pone los pelos de punta y me lleva a reflexionar sobre lo importante, lo que hace única y valiosa la vida. ¿Qué nos puede ofrecer El Mito como respuesta a la angustia humana ante el tiempo?
R.- Mito y religión son dos términos muy próximos desde el punto de vista semántico. La religión está hecha de mitos y de ritos. Ella sí proporciona respuestas. Pero es preciso tener fe.


P.- En su libro afirma que el mito no es otra cosa que la Palabra, por excelencia. Me viene a la cabeza, cuando Sam le dice a Frodo en “El señor de los Anillos”: “Qué cuento hemos vivido, señor Frodo, ¿no le parece?. ¡Me gustaría tanto oírlo! ¿Cree que dirán: Y aquí empieza la historia de Frodo Nuevededos y el Anillo del Destino? Y entonces se hará un gran silencio (…) ¡Cuánto me gustaría escucharla! Y cómo seguirá, me pregunto, después de nuestra parte”. O como también lo expresa de una manera sencilla y rotunda Akrites: “Y después ve, mi hermosa señora, a/ escuchar lo que dicen los vecinos…” ¿Es nuestra manera de conseguir la inmortalidad?
R.- Contar historias: he ahí lo que nos separa del resto de los animales. Nuestro camino a la inmortalidad como especie (lejos, por tanto, de la inmortalidad personal a la que aspiraba Unamuno, pero inmortalidad al fin y al cabo).


P.- Uno de los autores más citados en el libro es Mircea Eliade. Puesto que te has hecho más sabio desde que escribiste el libro, ¿qué más autores citarías ahora para compartir con los lectores algo de tu sabiduría y de la de ellos?
R.- Hablando de mitos, sigue siendo imprescindible Eliade. Que lo acompañen Jamer G. Frazer, Georges Dumézil y Joseph Campbell, si te parece bien.


P.- ¿En qué estás ahora? ¿Preparas algún libro nuevo?
R.- En 2010 espero que vea la luz un nuevo poemario, El reino blanco. El título está inspirado en un pasaje de El libro de Monelle, de Marcel Schwob. Y en otoño de este año de 2009 verá la luz un CD de Loquillo, con música de Gabriel Sopeña, dedicado a mi poesía, que quizá se titule La rosa del veneno y que albergará entre doce y quince poemas míos.


Un auténtico placer haber charlado contigo.

El placer, y lo digo muy de veras, ha sido mío. ¡Qué cuestionario más completo el tuyo! Mil gracias por las molestias que te has tomado en su confección.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tengo muchos libros de Luis Alberto, incluida esta reciente reedición de Necesidad del mito. Me parece un autor esencial, uno de los mejores poetas de España. Que sea aficionado a los tebeos me acerca más a él, pues yo también lo soy, y como él, desde niño. Hay que reivindicar los tebeos como fuente de fantasía, emoción, enseñanzas... como cofre inagotable de historias increíbles y de magia.