Jesús Caudevilla nació en Sabadell en 1953. De madre catalana y padre aragonés, desde su infancia la literatura ha sido su pasión. Es autor de varias ocho novelas, incluida la actual, Los silencios del Papa Luna.
Está considerado un experto en la figura de San Vicente Ferrer, de quien el pasado año publico Yo, Vicente Ferrer, el ángel del Apocalipsis.
Colabora con varios medios de comunicación, entre ellos, el semanario digital Vegamediapress.com
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Pregunta: Un lector de Los silencios del Papa Luna podría pensar que, esta novela, es lógica consecuencia de su anterior trabajo, sobre la vida de San Vicente Ferrer. Y justo es reconocer que Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor tiene, en aquella, unas apariciones casi marginales.
Respuesta.- Las vidas de los dos personajes se entrecruzaron en numerosas ocasiones. Al finalizar “Yo, Vicente Ferrer” creí necesario profundizar en la época para acabar de dar una imagen más completa de esos tiempos. Y no se entendería esa época sin un personaje tan destacado como Pedro Martínez de Luna.
P. Permítame incidir sobre el tema. Teniendo en cuenta que ambas novelas han sido publicadas por Styria, con un diseño muy parecido. ¿Podría considerarse Los silencios del Papa Luna una continuación de Yo, Vicente Ferrer…? Y, si es así, o incluso no siéndolo, ¿qué diferencias hay entre ambas?
R.- Las dos novelas tienen características propias, y su lectura es independiente una de otra. Sin embargo no se puede obviar que se está reflejando una misma época. Pero la visión es diferente. Una desde el punto de vista de un predicador, un santo. La otra de un hombre que llegó a Papa y que defendió lo que consideró justo. Un hombre que por esa defensa cosechó numerosos enemigos.
P. Los reiterados encuentros que usted describe, entre esos dos personajes, Benedicto XIII y Vicente Ferrer, ¿fueron reales?
R.- Sí, todos esos encuentros están recogidos por la historia.
P. Los silencios del Papa Luna se trata de una novelización de la vida de Benedicto XIII. ¿Cuánto hay de real en la novela? Le pongo un ejemplo. El pasaje del intento de encuentro entre Benedicto XIII y Gregorio XII. Usted dibuja al aragonés como el “bueno” de ese intento de solución.
R.- En toda la novela he intentado ser riguroso con la historia. Su porcentaje de realidad es altísimo. Evidentemente se trata de una novela y los diálogos, y algunos personajes, son de ficción. Sin embargo todo ello lo he intentado recrear dentro de la realidad histórica.
P. Para escribir la vida de un hombre tan significativo en la historia de Aragón y de España, incluso de la Iglesia, y ya hablaremos de eso, le imagino investigando horas y horas.
R.- Una obra de tal calibre requiere mucho trabajo de investigación, de búsqueda de la información... Hay que recrear los hechos históricos, los lugares medievales que frecuentaron... Una tarea laboriosa si se quiere que sea rigurosa.
P. ¿Cómo era Pedro Martínez de Luna? ¿Puede entenderse un hombre diferente a Benedicto XIII?
R.- Pedro Martínez de Luna era un experto en Derecho Canónigo, profesor universitario, gran orador y erudito. Un hombre de principios, inteligente y sagaz. Lector e impulsor de la cultura. Sinceramente, creo que si le hubiesen dejado su pontificado estaría a la altura de los mejores. Como Benedicto XIII recogió la carga que depositaron sobre sus espaldas, y sus principios no le permitieron traicionar lo que él consideró su deber. Eso que iba en contra del Derecho Canónigo que tan bien conocía.
P. En su novela le describe, físicamente, como un hombre menudo.
R.- Sí, los datos que se tiene de él es que era una persona físicamente menuda pero de gran talla moral.
P. ¿Qué hay de real y qué de leyenda en los hechos que se describen cuando fue desenterrado en Peñíscola para trasladar sus restos?
R.- En muchas ocasiones es difícil de discernir entre la leyenda y la realidad. Y más si hablamos de hechos ocurridos muchos años atrás. Lo descrito cuando desenterraron su cuerpo es lo que cuentan las crónicas de la época. Pero, ¿quién tiene la certeza de que todo lo que se cuenta sea real o no?
P. La leyenda siempre le ha acompañado, ya incluso en vida. Se decía que guardaba en Peñíscola secretos que harían tambalear los cimientos de la Iglesia. Incluso hay quien considera que la sucesión de la rama de Aviñón sigue viva, en la Wikipedia, por ejemplo, se cita a Benedicto XL como su actual heredero.
R.- Son hechos que podían dar un morbo especial a la novela pero de los que yo he huido por carecer de base histórica. No entraba dentro de mi intención entrar en temas que podrían tener interés para un tipo de lector pero que no encaja en mi idea de novela histórica. En todo momento intento ser riguroso.
P. En el Epílogo de su novela observamos que Benedicto XIII no descansó ni muerto.
R.- Sí, la verdad es que los restos de este aragonés ilustre no tuvieron el reposo que se merecían. La realidad, a veces, supera la ficción.
P. Después de investigar y escribir sobre San Vicente Ferrer, muchos le consideran casi una autoridad en ese histórico personaje. ¿Le ocurrirá lo mismo con Benedicto XIII?
R.- Durante mucho tiempo he estado indagando en Vicente Ferrer y Benedicto XIII, y en la época que vivieron, pero ahora me planteo cambiar de registro y escribir otras historias. Como escritor no me gusta encasillarme en un tema concreto. Si bien nunca se sabe dónde me llevará la inspiración... Ahora puedo decirle que estoy escribiendo una novela, “Así éramos”, que describe el nacimiento del amor de dos jóvenes que se conocen en la lucha clandestina en los últimos tiempos del franquismo. Una historia real pero muy lejos de la edad media.
P. ¿Quiso realmente Benedicto XIII acabar con el Cisma de Occidente?
R.- Estoy convencido que quiso acabar con el Cisma pero no a cualquier precio. No podía pasar por encima de sus ideas. De la legalidad que, según él, le amparaba.
P. Creo que tras el aragonés, sólo dos españoles se han sentado en la Silla de Pedro, y si es así, fue por la enorme relevancia de su familia Borja Han pasado siglos. Dígame, ¿pudieron ser los acontecimientos que rodearon al pontificado de Benedicto XIII una traba para que otro español se siente en el trono vaticano?
R.- No creo. Lo que siempre ha estado en contra ha sido el hecho de no ser italiano. Y en los tiempos de Aviñón, francés.
P. ¿Debería ser rehabilitado, si es la palabra adecuada, por la Iglesia que tanto amó, Benedicto XIII?
R.- En estos tiempos en los que se pide que la Iglesia reconsidere posturas anteriores. Tiempos en los que numerosas voces piden que se haga justicia con los Templarios... Sería de justicia que a Benedicto XIII se le restituyese todo lo que le arrebató en el Concilio de Constanza, y que fuese acogido de nuevo en el seno de la Iglesia. Y esa petición se puede hacer tanto uno se considere creyente o no.
P. Escribir, y con ello, investigar, leer sus escritos, conocer su vida, sobre dos personajes de creencias tan firmes, ¿ha tenido influencias en usted?
R.- A estas alturas de mi vida ya tengo unas convicciones con raíces profundas. Difícilmente se modifican. Eso sí, esos personajes me han reafirmado que hay que luchar por lo que uno considera justo sin importar los obstáculos que van apareciendo en el camino.
P. No quiero terminar sin preguntarle por dos personajes muy simpáticos de su novela: Poñín de Mallén y su hijo Tomás. ¿Reales o licencias del autor?
R.- Son licencias que me he permitido, y que encarnan a esos amigos que todos queremos tener a nuestro lado. Seguro que Pedro Martínez de Luna tuvo a su lado alguno de estos amigos.
Ha sido un placer volver a charlar contigo.
Está considerado un experto en la figura de San Vicente Ferrer, de quien el pasado año publico Yo, Vicente Ferrer, el ángel del Apocalipsis.
Colabora con varios medios de comunicación, entre ellos, el semanario digital Vegamediapress.com
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Pregunta: Un lector de Los silencios del Papa Luna podría pensar que, esta novela, es lógica consecuencia de su anterior trabajo, sobre la vida de San Vicente Ferrer. Y justo es reconocer que Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor tiene, en aquella, unas apariciones casi marginales.
Respuesta.- Las vidas de los dos personajes se entrecruzaron en numerosas ocasiones. Al finalizar “Yo, Vicente Ferrer” creí necesario profundizar en la época para acabar de dar una imagen más completa de esos tiempos. Y no se entendería esa época sin un personaje tan destacado como Pedro Martínez de Luna.
P. Permítame incidir sobre el tema. Teniendo en cuenta que ambas novelas han sido publicadas por Styria, con un diseño muy parecido. ¿Podría considerarse Los silencios del Papa Luna una continuación de Yo, Vicente Ferrer…? Y, si es así, o incluso no siéndolo, ¿qué diferencias hay entre ambas?
R.- Las dos novelas tienen características propias, y su lectura es independiente una de otra. Sin embargo no se puede obviar que se está reflejando una misma época. Pero la visión es diferente. Una desde el punto de vista de un predicador, un santo. La otra de un hombre que llegó a Papa y que defendió lo que consideró justo. Un hombre que por esa defensa cosechó numerosos enemigos.
P. Los reiterados encuentros que usted describe, entre esos dos personajes, Benedicto XIII y Vicente Ferrer, ¿fueron reales?
R.- Sí, todos esos encuentros están recogidos por la historia.
P. Los silencios del Papa Luna se trata de una novelización de la vida de Benedicto XIII. ¿Cuánto hay de real en la novela? Le pongo un ejemplo. El pasaje del intento de encuentro entre Benedicto XIII y Gregorio XII. Usted dibuja al aragonés como el “bueno” de ese intento de solución.
R.- En toda la novela he intentado ser riguroso con la historia. Su porcentaje de realidad es altísimo. Evidentemente se trata de una novela y los diálogos, y algunos personajes, son de ficción. Sin embargo todo ello lo he intentado recrear dentro de la realidad histórica.
P. Para escribir la vida de un hombre tan significativo en la historia de Aragón y de España, incluso de la Iglesia, y ya hablaremos de eso, le imagino investigando horas y horas.
R.- Una obra de tal calibre requiere mucho trabajo de investigación, de búsqueda de la información... Hay que recrear los hechos históricos, los lugares medievales que frecuentaron... Una tarea laboriosa si se quiere que sea rigurosa.
P. ¿Cómo era Pedro Martínez de Luna? ¿Puede entenderse un hombre diferente a Benedicto XIII?
R.- Pedro Martínez de Luna era un experto en Derecho Canónigo, profesor universitario, gran orador y erudito. Un hombre de principios, inteligente y sagaz. Lector e impulsor de la cultura. Sinceramente, creo que si le hubiesen dejado su pontificado estaría a la altura de los mejores. Como Benedicto XIII recogió la carga que depositaron sobre sus espaldas, y sus principios no le permitieron traicionar lo que él consideró su deber. Eso que iba en contra del Derecho Canónigo que tan bien conocía.
P. En su novela le describe, físicamente, como un hombre menudo.
R.- Sí, los datos que se tiene de él es que era una persona físicamente menuda pero de gran talla moral.
P. ¿Qué hay de real y qué de leyenda en los hechos que se describen cuando fue desenterrado en Peñíscola para trasladar sus restos?
R.- En muchas ocasiones es difícil de discernir entre la leyenda y la realidad. Y más si hablamos de hechos ocurridos muchos años atrás. Lo descrito cuando desenterraron su cuerpo es lo que cuentan las crónicas de la época. Pero, ¿quién tiene la certeza de que todo lo que se cuenta sea real o no?
P. La leyenda siempre le ha acompañado, ya incluso en vida. Se decía que guardaba en Peñíscola secretos que harían tambalear los cimientos de la Iglesia. Incluso hay quien considera que la sucesión de la rama de Aviñón sigue viva, en la Wikipedia, por ejemplo, se cita a Benedicto XL como su actual heredero.
R.- Son hechos que podían dar un morbo especial a la novela pero de los que yo he huido por carecer de base histórica. No entraba dentro de mi intención entrar en temas que podrían tener interés para un tipo de lector pero que no encaja en mi idea de novela histórica. En todo momento intento ser riguroso.
P. En el Epílogo de su novela observamos que Benedicto XIII no descansó ni muerto.
R.- Sí, la verdad es que los restos de este aragonés ilustre no tuvieron el reposo que se merecían. La realidad, a veces, supera la ficción.
P. Después de investigar y escribir sobre San Vicente Ferrer, muchos le consideran casi una autoridad en ese histórico personaje. ¿Le ocurrirá lo mismo con Benedicto XIII?
R.- Durante mucho tiempo he estado indagando en Vicente Ferrer y Benedicto XIII, y en la época que vivieron, pero ahora me planteo cambiar de registro y escribir otras historias. Como escritor no me gusta encasillarme en un tema concreto. Si bien nunca se sabe dónde me llevará la inspiración... Ahora puedo decirle que estoy escribiendo una novela, “Así éramos”, que describe el nacimiento del amor de dos jóvenes que se conocen en la lucha clandestina en los últimos tiempos del franquismo. Una historia real pero muy lejos de la edad media.
P. ¿Quiso realmente Benedicto XIII acabar con el Cisma de Occidente?
R.- Estoy convencido que quiso acabar con el Cisma pero no a cualquier precio. No podía pasar por encima de sus ideas. De la legalidad que, según él, le amparaba.
P. Creo que tras el aragonés, sólo dos españoles se han sentado en la Silla de Pedro, y si es así, fue por la enorme relevancia de su familia Borja Han pasado siglos. Dígame, ¿pudieron ser los acontecimientos que rodearon al pontificado de Benedicto XIII una traba para que otro español se siente en el trono vaticano?
R.- No creo. Lo que siempre ha estado en contra ha sido el hecho de no ser italiano. Y en los tiempos de Aviñón, francés.
P. ¿Debería ser rehabilitado, si es la palabra adecuada, por la Iglesia que tanto amó, Benedicto XIII?
R.- En estos tiempos en los que se pide que la Iglesia reconsidere posturas anteriores. Tiempos en los que numerosas voces piden que se haga justicia con los Templarios... Sería de justicia que a Benedicto XIII se le restituyese todo lo que le arrebató en el Concilio de Constanza, y que fuese acogido de nuevo en el seno de la Iglesia. Y esa petición se puede hacer tanto uno se considere creyente o no.
P. Escribir, y con ello, investigar, leer sus escritos, conocer su vida, sobre dos personajes de creencias tan firmes, ¿ha tenido influencias en usted?
R.- A estas alturas de mi vida ya tengo unas convicciones con raíces profundas. Difícilmente se modifican. Eso sí, esos personajes me han reafirmado que hay que luchar por lo que uno considera justo sin importar los obstáculos que van apareciendo en el camino.
P. No quiero terminar sin preguntarle por dos personajes muy simpáticos de su novela: Poñín de Mallén y su hijo Tomás. ¿Reales o licencias del autor?
R.- Son licencias que me he permitido, y que encarnan a esos amigos que todos queremos tener a nuestro lado. Seguro que Pedro Martínez de Luna tuvo a su lado alguno de estos amigos.
Ha sido un placer volver a charlar contigo.
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