viernes, 12 de diciembre de 2008

Hablando de libros con Blanca Andreu

De aquella niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall y logró en 1980 el prestigioso Premio Adonais y en 1982 el Premio Mundial de Poesía Mística, Fernando Rielo con un no menos delirante poemario titulado Báculo de Babel, y en 2001, el Premio internacional de Poesía Laurèa Mela con La tierra transparente y en 1988 sacó a la luz en la editorial Visor Capitán Elphistone y Sueño Oscuro en 1989, consiguió algunos otros premios de importancia como el Gabriel Miró de Cuentos o el Ícaro de Literatura, el beneplácito de escritores de la altura de Francisco Umbral, que escribió el prólogo de la 3ª edición de su primer poemario y, entretanto, se casó en 1985 con uno de los más grandes novelistas españoles del siglo XX, el madrileño Juan Benet, queda hoy, desde la muerte de su esposo, una escritora retirada de la vida pública en La Coruña, que está considerada como el punto de partida de la llamada Generación postnovísima española. Fue, sin duda, un referente de la poesía de la década de los ochenta, una musa a la que le sobró belleza y esplendor poético, juventud arrebatada y talento a raudales.

Una entrevista de Pascual García, para Ágora, papeles de arte gramático.
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P. ¿Qué queda de aquella niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall? Le pregunto. Su voz es grave y pausada:
R. Bueno, en realidad, nunca hubo nada de aquella niña, porque aquel fue un título que no puse yo. Lo puso la persona que rescató el libro de la papelera donde yo lo había tirado y lo envió al Adonais. Entonces cuando me lo dijo, yo estaba en un Colegio Mayor Masculino, en el de mi hermano y cuando me llamó a casa y me dijo que lo había enviado al Adonais, (estuvieron a punto de rechazarlo, porque claro, estaba escrito a máquina, pero todo lleno de manchas de café, tachones, estaba realmente impresentable). Me dijo que lo había titulado así y a mí me horrorizó, porque yo tenía veinte años y ya era una señora madura, y nunca me había llamado a mí misma niña, a los veinte. Eso por un lado. Por otro, Chagall, la relación que yo tuve es que vivía en una casa cercana a la Fundación Marchs, que era muy triste, un apartamento muy moderno años sesenta, y de las exposiciones que iba viendo, yo compraba los posters. Tenía uno de Chagall, pero también tenía otro de Lichenstein y de otros pintores, pero no es un pintor de mi preferencia, pero ahora como me han ligado a él y la gente que hace trabajos sobre mí se empecina en relacionarme con el pintor, y aunque expliques que no, da igual. No es un pintor por el que tenga una especial debilidad.

p. Sí eras una mujer muy joven en 1980 y obtenías, pese a ello, un prestigioso premio, el Adonais, hoy un tanto devaluado.
R. No, en el momento en el que yo lo gané era un premio que estaba semiolvidado, lo que pasa es que se produjeron una serie de coincidencias que movieron el libro muchísimo, porque yo era muy jovencita, porque en aquel tiempo había dos cadenas de televisión sólo y me sacaron en el Telediario a las tres de la tarde en una entrevista. No sé qué dije. A mí siempre me ha gustado utilizar palabras de argot, jerga, y a la gente le llamó la atención, pero no, era un premio que estaba de capa caída en aquel momento. Quizás les vino muy bien, porque se lo relancé, ahora sí que tiene prestigio, yo creo que sí. Lograr un Adonais tiene un sello todavía. Tenía, tal vez, un buen jurado, pues estaba Clauido Rodríguez y García Nieto. García Nieto, por cierto, prestó un gran apoyo a todos los escritores que empezaban, y esto deberían reconocérselo, como benefactor en el mundo de las letras.

P. Lo que está claro es que aquel libro y el que ganaría después el premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, Báculo de babel en 1982 eran dos libros diferentes, pero eran libros que traían un aire, una brisa, un ventarrón o un vendaval de poesía barroca, surrealista, con mucha música, muy bien escrita, con una sintaxis y un léxico absolutamente novedosos, que es lo que debe tener, creo yo, un escritor y una buena obra. Prácticamente la literatura es sintaxis y léxico. Tú traías unas imágenes que combinaban lo antiguo, lo clásico con lo radicalmente moderno, un surrealismo que no era el surrealismo al que estábamos habituados todos los lectores.
Me contesta con el empaque de quien ha reflexionado mucho acerca de este asunto:

R. Con respecto al surrealismo, hace poco en una entrevista ya lo dije, el surrealismo para un escritor actual es un instrumento del que no se puede prescindir, y yo no me refiero a que haya que hacer libros surrealistas, sino a que la metáfora surrealista, si tú no la utilizas es como si te faltara una mano. Es una puerta que nos abrieron los surrealistas franceses, que parecían más vacíos, y que los surrealistas españoles y americanos lo dotaron de corazón. Sobre todo Neruda y Federico. No usarlo es tener una carencia. Cuando yo escribí mis libros, no pensaba que eran surrealistas, pensaba que estaba usando una técnica, pero lo que quería era expresar sentimientos.

P. Es que tú no eres una surrealista programática.
R. Cuando has hablado de lo novedoso, de la originalidad, en literatura y en poesía, yo creo que es imprescindible. Hay una tendencia a todas esas teorías sobre la normalización de la poesía y a mí me parece que contradicen la esencia poética, porque la poesía no puede ser normal entre comillas, no puede ser normal porque justo es lo que trasciende lo cotidiano. Entonces, a mí me parece un error mayúsculo que está haciendo daño, sobre todo a los jóvenes, porque cuando se ponen a buscar lo que hay, como esa tendencia es la que más reluce porque es la que está más apoyada institucionalmente, y desde los medios de comunicación, se creen que es así como hay que escribir, y no, no. El poeta, si se caracteriza por algo, es por su individualidad. Decía Baudelaire que el poeta era el único que tenía derecho al yo a la hora de escribir. Entonces el yo es como la huella dactilar. No hay ninguna igual, todas son distintas. Y si son iguales es que están adocenadas. Esa es la palabra, es decir, es que van por docenas. Toda esta tendencia de la poesía normalizada me parece aberrante y un gran mal para la lírica.

P. Lo que traían aquellos libros para nosotros, para los que empezábamos a escribir contigo era una especie de caos poético del que surgía un nuevo orden lírico, un orden que nos ayudaba a crear y nos fascinada.
R. Me gusta mucho eso que dices, porque recuerdo que en esos tiempos había una frase de Nietzsche, que a mi Nietzsche no me gusta particularmente, me parece muy enfático y un hombre equivocado. De hecho lo demostró al final. Su camino no era hacia la sabiduría, sino hacia el deterioro cerebral, pero había una frase que me gustaba mucho, que decía: es preciso llevar dentro de uno mismo un caos para poder poner en el mundo una estrella. Y luego también recuerdo otra de Rimbaud, que también valoraba mucho y que lo sigo valorando como poeta, pero esa frase la tenía como un emblema, decía: mi caos es sagrado. Se lo decía hasta a mi madre, cuando me mandaba ordenar mi habitación, le decía mi caos es sagrado.

P. En el fondo, fuiste una especie de Rimbaud femenino en aquel tiempo, ya no sólo por tus libros, sino también por tu imagen, que impactó y que de alguna manera ayudó a que los libros funcionasen, aunque los libros eran buenos de por sí, pero tu imagen era tambien novedosa, eras una chica, eras guapa, eras valiente y eras joven.
R. ¡Qué bonito eso de valiente! Como yo era muy ingenua entonces, en alguna entrevista dije que había habido factores extraliterarios, y Luis Antonio de Villena inmediatamente se agarró a estas palabas para meterlo en su antología, claro, eso por no hacer caso a un amigo que decía: no des armas a tu enemigo que las utilizará contra ti. Esos factores extraliterarios, yo creo que influyeron para que me leyera gente que no solía leer poesía. A mí me llamaba de pronto un albañil de Granada o una mercera de Mallorca, pero yo, por otra parte, pienso que los libros se sostenían, porque siguen ahí. Así es que se siguen leyendo.

P. Son libros todos los tuyos que se pueden seguir leyendo, que no se caen de las manos ni mucho menos, que se mantienen a pesar de estas adscritos a una cierta corriente surrealista, que no es el momento, porque ya es antigua, se trata casi de un movimiento clásico.
R. Es lo que te decía antes. Empezar a hacer surrealismo ahora es como descubrir la pólvora, pero son técnicas, que a pesar de ser muy antiguas, son útiles, pero ya las he encontrado en Virgilio y hasta en Homero si me apuras. O sea que los poetas desde siempre han dado saltos mentales apara encontrar una conjucción de palabras que no pueda ser explicada racionalmente, pero que, sin embargo, conmueva.

P. ¿Ésa es la revolución del surrealismo?
R. Sí, pero que eso ya lo han hecho los clásicos. Que es justo el mezclar elementos contrapuestos, un abstracto y otro concreto, uno material y otro espiritual, por ejemplo. Los que no usan ahora estas técnicas con la escritura normalizada, es una gente con una escritura muy plana, porque en realidad el ser humano no es monolítico. Tiene la razón y la sinrazón. Es toda la parte intuitiva y el hombre no puede funcionar sin esto, los grandes inventos proceden de dar estos saltos en el vacío.

P. Decía Umbral, que fue un maestro y amigo tuyo, en el prólogo de Una niña que se vino a vivir en un Chagall, pero en la tercera edición, en la publicada por Hiperión: Escritura en vuelo y en vilo, siempre en trance, siempre en peligro, escritura mística en el sentido de irresponsable. Pero claro, tú ganas el Premio de Poesía Mística, aunque quien lea este libro se dará cuenta de que aquí no hay nada religioso en el sentido tradicional de la palabra.
R. Bueno, ahí lo que hay es un afán de trascendencia.

P. Pero, como lo hay en todos los libros.
T. Bueno, yo me presenté a ese premio, porque no era imprescindible desde luego que el asunto fuese religioso, y porque está la figura del ángel planteado a lo largo de toda la obra, pero en esos tiempos yo no concebía la existencia de la divinidad. Entonces, es un libro de una mística invertida, porque también hay místicos ateos, Cioran, por ejemplo. En mi último libro, hay una parte que se llama Monasterio de la luz, que es un intento muy ambicioso de hacer poemas que concilien todas las religiones. Hay un salmo musulmán, hay poemas cristianos, hay un poema budista. Mi concepción del mundo ha cambiado mucho desde aquellos primeros libros hasta hoy, desde luego. De igual manera también podríamos considerar a poetas que yo sé que a mí me interesan en especial, como Claudio Rodríguez, poetas místicos.

P. Lo que tiene tus poemas, en realidad es lo que debe tener siempre la buena poesía, es ritmo.
R. Es una cosa que se está perdiendo. Yo ahora como jurado de poesía, veo que los libros más modernos de los poetas jóvenes no practican la música, yo creo que esto es tal vez por no haber memorizado poemas rimados y ritmados, poemas con música. Pues sólo de lo que nos nutrimos podemos sacar luego al exterior. Entonces es triste, porque hay ideas pero no hay música. Es como poesía productiva. Lo de la sintaxis, es que los poetas tienen la obligación de pulir eso como si tallaran una estatua y conseguir una palabra nueva, una frase nueva. El poeta tiene que regenerar el idioma y estrenar de nuevo las palabras. El poeta tiene que fundar por segunda vez algo que ya está, que son las palabras pero otorgarles un nuevo sentido y estrenarlas de nuevo.

P. Tú eres una poeta clásica en el más puro sentido de la poesía, te revelas como una poeta antigua.
R. Ya lo decía Eugenio d´Ors, lo que no es tradición es plagio. Si tú no bebes en las fuentes, pues seguro que repites. Esa es otra pega que veo yo en la poesía actual moderna. Se leen unos a otros y, por tanto, se repiten.

P. ¿Cuales son tus fuentes, cuáles son tus maestros?
R. Shakespeare, Federico, Neruda, Eliot, la poesía grecolatina, la poesía inglesa. El primer poeta que leí fue Miguel Hernández, también me gusta Rimbaud. Hay poetas que a mí me abrieron la mente. El poeta tiene que estar desprovisto de prejuicios para que aparezca la musa, y sus influencias tienen que venir de todas partes. Si tú vas con una teoría previa de lo que quieres hacer, como esta poesía de la normalización, no sucede este fenómeno. Tú a la musa no le puedes poner condiciones. La poesía no puede ser lo que uno programe de antemano. Tú tienes que dejar tu mente libre.

P. Leí un artículo tuyo un tanto polémico sobre aquel famoso endecasílabo: "Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi" de Luis García Montero.
R. Bueno es que en la prensa decía a propósito de este verso que era el mejor endecasílabo de los últimos treinta o cuarenta años. Pero bueno es que Pepe Hierro no ha escrito nada, Gamoneda no ha escrito nada, Claudio Rodríguez no ha escrito nada. Adónde vamos a parar. El que ha escrito eso tiene un gusto estragado, no sabe de poesía. Ese verso tú lo traduces y no es nada, por que lo único que tiene es ritmo. Claro, es una cosa muy prosaica. No maravilla, eso no puede funcionar. Sin embargo, coges un poema de Federico y funciona enseguida, perfectamente, en cualquier traducción. Hay individuos que hablan otras lenguas y están enamorados de Federico toda la vida y no saben español. Ya te digo, yo es que creo que esas teorías son dañinas para los jóvenes que escriben o que leen, porque son opresoras y retrógradas. Porque también están haciendo lo mismo que hacían los poetas de los 50, pero en un momento que no es necesario, porque en los cincuenta sí era necesario. En esta época de materialismo salvaje, lo que tienes que darle a la gente son alas, no la tienes que meter en el metro o en un taxi, la tienes que hacer volar, porque el grado de materialismo del planeta es inmenso para añadirle aún más.

P. Compruebo tu predilección por Miguel Hernández con el que también coincides en el origen.
R. Bueno, soy mestiza, gallega y oriolana. Y no te hablo de Rosalía, porque con ella no tengo esa relación que tengo con Hernández, pero de Miguel Hernández me gusta además lo que yo percibo como ser humano en sus poemas, la calidad amorosa.
El que más me interesa de los poetas españoles actuales es Gamoneda. Ya que estamos en Murcia me gustaría citar el último libro de Eloy Sánchez Rosillo. Me encantó también. Y luego hay un poeta que me influyó mucho, que es Sebastián Mondéjar, aunque no esté reconocido suficientmente. Y sin embargo lo veo un poeta puro.

P. Todavía eres muy joven, pero la verdad es que has escrito muy poco.
R. Bueno, he escrito mucho, pero yo uso mucho la papelera, que es otra cosa que los poetas deben utilizar. La poesía es una competición. Publicar un libro al año a toda costa para estar en candelero va en detrimiento de la obra y entonces la papelera es algo que hay que usar mucho, porque yo veo lo que la gente da por bueno, incluso poetas famosos, y no, no me puedo creer que tengan esas tragaderas o que se miren al espejo y se vean tan guapos. Yo pienso que es preferible tener mucho tiempo a la hora de publicar entre otras cosas porque se talan árboles para hacer libros. Hay que pensárselo mucho para poner en un papel algo que merezca la pena ser leído.

P. Como colofón me gustaría saber lo que estás haciendo ahora.
R. Pues mira, estoy haciendo mucho, estoy preparando un libro de relatos, que ya lo tengo muy avanzado, pero prefiero insistir y no sacarlo todavía. Luego tengo también una novela y un libro de poemas. El libro de poemas es lo que parece que va a salir antes.

Para acabar quier o agradecerte tu tiempo y tu disposición a venir a Murcia y aceptar mi entrevista. Has sido muy amable.

1 comentario:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Fantásticos el entrevistador y la entrevistada.
He gozado el texto.
Un saludo agradecido.