viernes, 15 de agosto de 2008

Hablando de libros con Andrés Neuman


Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) pertenece a la nómina de escritores jóvenes más interesantes del panorama actual. Es autor de cuentos, novelas, poemarios y aforismos. Reside en Granada dedicado exclusivamente a la literatura. Visitó Murcia en enero de 2007, con ocasión de los encuentros Poetas en el Ágora celebrados en la Biblioteca Regional de Murcia, y hablamos con él.
Una entrevista de Mª Ángeles Moragues, para el nº 12 de
Ágora, papeles de arte gramático.
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¿En qué género literario se siente más dichoso, novela, cuento, poesía, aforismo?
Cuando escribo, en general, asocio la escritura con la dicha y en cuanto a los géneros, pienso que los químicamente puros no existen, los vivo todos no como una elección sino como una combinación. Todo narrador tiene sus dosis de poesía y todo poeta piensa también en términos de personajes y estructuras. No podría elegir porque siempre escribo en todos los géneros a la vez en dosis distintas.

A su edad ya ha conseguido un reconocimiento bastante notorio para su obra, fundamentalmente poética. Desde su perspectiva, ¿a qué cree que ha podido deberse? ¿Quizá a la renovación de las técnicas formales, temáticas o por su dialogante manera de tratar el material poético?
No sé cuál puede ser el atractivo de mi poesía, lo que sí sé es que la poesía están bastante en el centro de mi creación porque es el elemento primario de toda la escritura. Sí que me he notado entre dos orillas estéticas, por un lado, cierta tendencia más experimental más latente en la poesía latinoamericana contemporánea y, por otro, cierto arraigo clásico. Estoy hecho de las dos y siento que me nutro de ambas.

¿Por qué cree que se le resiste el Premio Herralde de novela?
No creo que se me resista, he tenido suerte dos veces. Pero ganar o ser finalista me parece irrelevante, los podios en la literatura no funcionan como en los juegos olímpicos. El premio es una manera de que el libro llegue con cierto protagonismo a las librerías. No me puedo quejar de haber sido finalista del Herralde con 22 años y luego volver a quedarme cerca y esto es suficiente para sentirse agradecido y afortunado.

Sus formas lingüísticas son típicamente españolas, ¿qué opinan sus colegas escritores de Argentina?
Eso, a veces, puede desatar algún tipo de susceptibilidad patriótica, a mí los patriotismos me molestan todos bastante y me parecen empobrecedores. Los países latinos tienen un sentido muy patriótico, en parte comprensible porque aún existe cierto rencor del colonizado económicamente y en este sentido, cualquier acercamiento en clave patriótica puede considerarse como un abandono. Para mí ese discurso ideológico queda muy alejado de mi experiencia vital.

¿Cuál es esta experiencia?
La de un niño que cuando terminó la escuela se marchó a España, estudió, se formó, se enamoró de dos lugares, que en mi caso no es una circunstancia que pertenezca al orden de la teoría literaria sino al de la experiencia biográfica, por eso estoy hecho de las dos orillas, no puedo rechazar ni elegir a ninguna de las dos, y esto se ve mecho en mi primera novela, Bariloche, en la que el narrador es español y los personajes hablan en argentino, para mi no es un problema pero sí un conflicto. Me aporta cosas pero tener dos países significa tener dos arraigos y dos extranjerías también.

En su poemario El tobogán habla de un “yo lírico” creyente en el poema como entidad sorprendente y profunda, ¿sigue Ud. Subido en ese mismo “tobogán”?
Hay pocas cosas en las que creer y una de ellas es la poesía, sin embargo yo creo en ella, porque está relacionada con el asombro, la perplejidad y más que una fe la veo como una pregunta, ¿estás seguro? Y de lo que estoy seguro es de que la poesía no está segura de nada y eso me hace más libre. Las personas libres no son las que saben a dónde van y lo que quieren sino las que se dan cuenta de que no siempre saben a dónde van y es difícil saber lo que quieren. Esa es la diferencia entre un “tobogán” y un poema, el primer va hacia abajo, la segunda es capaz de hacer terminar el “tobogán” en un punto más alto, es un “tobogán” invertido.

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