Pily B., directora de NGC 3660, la revista de ciencia ficción y fantasía, comenta en el número de diciembre la primera entrega de La cólera de Nébulos, La Maldición, señal una vez más de que la este primer volumen, cuando ya se vislumbra la publicación de la segunda parte, está aún vivo en el interés de los aficionados a la fantasía:
Siembre lo he dicho: la mitología, es uno de mis puntos débiles a pesar de no ser ni mucho menos una experta. Por ello y, desde el principio, La cólera de Nébulos se ha ganado mi simpatía.
Así es, la obra de Francisco Illán, es básicamente una novela de aventuras cimentada en la mitología originada en su mente; una mitología, asimismo, muy cercana a la griega. Eso sí, aquí, el Olimpo es reemplazado por más de lo mismo, pero en esta ocasión, denominado de otra manera: Celestos. El cielo, el lugar más alto, el espacio más puro donde, entendiendo de mitología o no, todos ubicamos a los dioses. De igual forma, estos, los dioses, son rebautizados como Eternos y, como ya sucede con la denominación de su hogar celestial, también esta designación indica fácilmente su calidad. ¿Para qué complicarse más? Y por otra parte, ¿por qué no así; fácil y comprensible para todos? La principal aptitud de un dios es ser eterno, ¿no es cierto? Pues entonces, para qué más florituras.
También, como no podía ser de otro modo, La cólera de Nébulos relata toda una odisea; centrada ésta en los buenos propósitos de dos amigos, Eleazar y Eostes. Eleazar nebulida, hijo de aquel cuya ira da nombre a esta primera entrega mitológica -Nébulos universida, la máxima autoridad de Celestos-, se pasa de listo y junto a Eostes, también descendiente de otro Gran Señor Eterno, se adentra en las tierras prohibidas de Chandigharán, hogar de los mortales. A partir de ese momento, ambos héroes no contarán sino con su valentía y astucia dado que, precisamente por haber actuado guiados a la par por su ingenuidad y el afán de liberar esas tierras de la oscuridad -todo ello sin haber pedido permiso al Senado Imperial-, son categóricamente desterrados y obligados, ahora sí, a liberar Chandigharán...
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