El escritor Enrique Timón, autor de la saga El último Titán, ha publicado en su ciberpágina un comentario sobre La Maldición, que reproduzco , en un día muy especial para mi, ya que hoy hace 49 años que paseo por este mundo.
La Maldición, el primer libro de la trilogía de La Cólera de Nébulos, nos devuelve a los orígenes clásicos de la narrativa fantástica. Recuerda a las grandes narraciones de la antigüedad: La Odisea, el mito de Perseo, los trabajos de Hércules, los argonautas. Todos ellos están de algún modo presentes en la mente del lector cuando se adentra por sus páginas. Francisco J. Illán Vivas, su autor, nos ofrece una historia palpitante, con el aroma de las grandes epopeyas de los clásicos, aderezadas con un ritmo de la narración muy contemporáneo y un lenguaje culto que le da una atmósfera arcaizante, pero sin excesos verbales.
Diplomado en criminología y autor de varios libros de poemas, este poeta y escritor murciano consigue sumergirnos en la Eterna lucha del Bien contra el Mal (nunca mejor dicho porque sus protagonistas son “eternos”, una raza que ha conseguido dominar el transcurso del tiempo). A través del Ojo del Tiempo, que todo lo ve, Nébulos seguirá las peripecias de su hijo, Eleazar y su fiel amigo y seguidor Eostes, para conseguir desterrar La Maldición. Mientras el propio Nébulos universida vive un desgarrador conflicto. Eleazar y Eostes han violado la ley al adentrase en Occidenter, y por ello le inflige un durísimo castigo; pero al mismo tiempo su corazón desea el triunfo de su hijo y su alegría se desborda tras cada obstáculo superado.
En la literatura fantástica es frecuente encontrar historias del héroe solitario que debe salvar al mundo o el grupo de amigos o aventureros que trabajan en equipo. Eleazar y Eostes conforman en este sentido un peculiar tándem. Ambos son guerreros formidables, su amistad parece inquebrantable y en el combate muestran una verdadera camaradería espartana. En el transcurso de sus aventuras deberán de enfrentarse a toda clase de seres: escorpiones gigantes, Trolls, Homosaurios, vampiros, jinetes del averno y una ingente cantidad de criaturas y peligros.
Su parentesco con la mitología clásica va mucho más allá de la propia estructura narrativa de la saga, muchas de las denominaciones e incluso la forma de referirse a las filiaciones familiares están directamente inspirados en la mitología griega. Los propios personajes de Nébulos y Carmesí recuerdan mucho a Zeus y Hera. Tampoco faltan elementos de origen bíblico, como el propio nombre de Eleazar (o su apodo durante el castigo, Canaam) o incluso préstamos de la mitología nórdica (como Asgard o los Trolls). Los acontecimientos, sin embargo, no suceden en ninguno de estos mundos mitológicos, sino que el autor se vale de estos “prestamos” para hacer familiar al lector el complejo universo en que se desarrollan los acontecimientos, facilitando la absorción de una considerable cantidad de lugares, historia y nombres, que de otro modo habría dificultado su comprensión.
Pero la mitología antigua no es el único recurso utilizado para poblar un mundo tan rico en detalles. Existen también muchos paralelismos con los mundos creados por Robert E. Howard. Quizá uno de los más evidentes es el relativo a los Homosaurios y Homoserpientes. Directamente sacados del universo de escritor de Texas, donde incluso poseen idénticas cualidades como la de simular su apariencia. El autor, Francisco J. Illán, va dejando pistas deliberadas de sus fuentes: Así denomina Astegia (por Estigia) al territorio de los Homoserpientes, quienes denominan a su reino Kemi (nombre de la capital de Estigia en el mundo de Howard).
La influencia de Robert E. Howard resulta patente pese a las también evidentes diferencias en el estilo narrativo. Francisco Illán posee la prosa fresca de Robert E. Howard, esa agilidad para las descripciones épicas. Más notoria es aún la inspiración netamente howardiana que está presente en muchos pasajes, sin menoscabo de su originalidad que derrocha a raudales. Así, el episodio en que Eleazar recupera a Dragonia, una espada legendaria cuyo poder habría palidecer a Excalibur, trae a la memoria a “La cosa de la cripta”. La torre del mago Safardeus, sus muros, sus guardianes y el modo en que se enfrenta a Eostes evocan bien que lejanamente algunos sucesos de “La torre del Elefante”. Los afros necrófagos de Unahuma recuerdan inevitablemente a “Sombras de Zamboula”.
Se echa de menos un glosario, aunque el autor cuenta con uno muy detallado en su Web http://www.illanvivas.com/apendice.htm . También sería estupendo contar con un mapa, algo que me consta que el autor incluirá en el próximo volumen de la saga, titulado El Rey de las Esfinges, y en próximas ediciones de La maldición, que ya va por la tercera.
En definitiva, La cólera de Nébulos no es sólo una gran novela de literatura fantástica, es también una lectura imprescindible por muchos motivos, pero sobre todo por su originalidad. En los tiempos que vivimos, en los que la bonanza de la fantasía épica ha provocado un auténtico aluvión de títulos del género, que repiten hasta la saciedad los mismos esquemas exitosos que todos conocemos, la saga de Nébulos es una bocanada de aire fresco, con el regusto de las viejas aventuras mitológicas. En cualquier caso, para aquellos escépticos que ya crean haberlo visto todo, les recomendaría que le dieran una oportunidad a La Maldición, no se iban a arrepentir.Podéis ver la página de Enrique Timón AQUÍ.
Diplomado en criminología y autor de varios libros de poemas, este poeta y escritor murciano consigue sumergirnos en la Eterna lucha del Bien contra el Mal (nunca mejor dicho porque sus protagonistas son “eternos”, una raza que ha conseguido dominar el transcurso del tiempo). A través del Ojo del Tiempo, que todo lo ve, Nébulos seguirá las peripecias de su hijo, Eleazar y su fiel amigo y seguidor Eostes, para conseguir desterrar La Maldición. Mientras el propio Nébulos universida vive un desgarrador conflicto. Eleazar y Eostes han violado la ley al adentrase en Occidenter, y por ello le inflige un durísimo castigo; pero al mismo tiempo su corazón desea el triunfo de su hijo y su alegría se desborda tras cada obstáculo superado.
En la literatura fantástica es frecuente encontrar historias del héroe solitario que debe salvar al mundo o el grupo de amigos o aventureros que trabajan en equipo. Eleazar y Eostes conforman en este sentido un peculiar tándem. Ambos son guerreros formidables, su amistad parece inquebrantable y en el combate muestran una verdadera camaradería espartana. En el transcurso de sus aventuras deberán de enfrentarse a toda clase de seres: escorpiones gigantes, Trolls, Homosaurios, vampiros, jinetes del averno y una ingente cantidad de criaturas y peligros.
Su parentesco con la mitología clásica va mucho más allá de la propia estructura narrativa de la saga, muchas de las denominaciones e incluso la forma de referirse a las filiaciones familiares están directamente inspirados en la mitología griega. Los propios personajes de Nébulos y Carmesí recuerdan mucho a Zeus y Hera. Tampoco faltan elementos de origen bíblico, como el propio nombre de Eleazar (o su apodo durante el castigo, Canaam) o incluso préstamos de la mitología nórdica (como Asgard o los Trolls). Los acontecimientos, sin embargo, no suceden en ninguno de estos mundos mitológicos, sino que el autor se vale de estos “prestamos” para hacer familiar al lector el complejo universo en que se desarrollan los acontecimientos, facilitando la absorción de una considerable cantidad de lugares, historia y nombres, que de otro modo habría dificultado su comprensión.
Pero la mitología antigua no es el único recurso utilizado para poblar un mundo tan rico en detalles. Existen también muchos paralelismos con los mundos creados por Robert E. Howard. Quizá uno de los más evidentes es el relativo a los Homosaurios y Homoserpientes. Directamente sacados del universo de escritor de Texas, donde incluso poseen idénticas cualidades como la de simular su apariencia. El autor, Francisco J. Illán, va dejando pistas deliberadas de sus fuentes: Así denomina Astegia (por Estigia) al territorio de los Homoserpientes, quienes denominan a su reino Kemi (nombre de la capital de Estigia en el mundo de Howard).
La influencia de Robert E. Howard resulta patente pese a las también evidentes diferencias en el estilo narrativo. Francisco Illán posee la prosa fresca de Robert E. Howard, esa agilidad para las descripciones épicas. Más notoria es aún la inspiración netamente howardiana que está presente en muchos pasajes, sin menoscabo de su originalidad que derrocha a raudales. Así, el episodio en que Eleazar recupera a Dragonia, una espada legendaria cuyo poder habría palidecer a Excalibur, trae a la memoria a “La cosa de la cripta”. La torre del mago Safardeus, sus muros, sus guardianes y el modo en que se enfrenta a Eostes evocan bien que lejanamente algunos sucesos de “La torre del Elefante”. Los afros necrófagos de Unahuma recuerdan inevitablemente a “Sombras de Zamboula”.
Se echa de menos un glosario, aunque el autor cuenta con uno muy detallado en su Web http://www.illanvivas.com/apendice.htm . También sería estupendo contar con un mapa, algo que me consta que el autor incluirá en el próximo volumen de la saga, titulado El Rey de las Esfinges, y en próximas ediciones de La maldición, que ya va por la tercera.
En definitiva, La cólera de Nébulos no es sólo una gran novela de literatura fantástica, es también una lectura imprescindible por muchos motivos, pero sobre todo por su originalidad. En los tiempos que vivimos, en los que la bonanza de la fantasía épica ha provocado un auténtico aluvión de títulos del género, que repiten hasta la saciedad los mismos esquemas exitosos que todos conocemos, la saga de Nébulos es una bocanada de aire fresco, con el regusto de las viejas aventuras mitológicas. En cualquier caso, para aquellos escépticos que ya crean haberlo visto todo, les recomendaría que le dieran una oportunidad a La Maldición, no se iban a arrepentir.Podéis ver la página de Enrique Timón AQUÍ.
En breves fechas espero contestarle a los comentarios que me hace. Gracias por ellos, son toto un regalo de cumpleaños.
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