miércoles, 22 de enero de 2020

Escena de Versos envenenados, 42


Se puso en pie y se acercó a la pared de enfrente. Superpuso el folio sobre los cuadros hasta que encontró uno que se ajustaba a lo que buscaba. Lo descolgó y, tras buscar un cuchillo con el que desprenderle la parte trasera, quitó la estampa y colocó en su lugar el folio con la poesía escrita. Volvió a colocar la parte trasera y reajustar los clavos.

            Mañana los clavaré mejor... Pero ahora está muy bien —se dijo volviendo a colgar el cuadro en su alcayata.

            Se alejó unos pasos y volvió a leer el poema que Carlos le escribiese, ahora en silencio, para ella sola.

            Sí. Lo dejaría allí, prefería recordar ese instante de su relación con Carlos, y olvidar los últimos momentos. Prefería y deseaba recordar sus primeros besos, sus abrazos, sus caricias, las veces que hicieron el amor, la pasión que Carlos juraba sentir por sus ojos de color castaño.

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