martes, 31 de julio de 2018

Escenas de versos envenenados, 3


      


      No era Murcia una ciudad con exceso de aparcamientos, y personalmente prefería dejarlo alejado de los lugares oficiales, pasar lo más desapercibido posible, por ello se metió en el subterráneo bajo la Glorieta de España y, al recoger el tique, sintió el fuerte golpe del pavor, del calor y la humedad. Sería otro día de calor y de malos olores. También por ello le gustaba levantarse muy temprano no más tarde de las seis y llegar lo más pronto posible a la oficina, asegurarse así las calles aun durmiendo y encontrar aparcamiento, aunque aquel día decidió meterlo en el subterráneo frente al Ayuntamiento.

            Un capricho que le costaría unos euros, pero se aseguraba no verlo convertido en un horno cuando volviese a recogerlo.

            Caminó sonriente la distancia que le separaba de la Comisaría, en la calle Ceballos... 

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