Reciente la publicación de Nómada, su primer libro de poemas, Juan de Dios García conversó con la escritora Natalia Carbajosa en Cartagena.
Una entrevista de Natalia Carbajosa.
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Pregunta.- Nómada es tu primer libro publicado pero, desde el punto de vista formal y de madurez conceptual, no parece un primer libro. ¿Lo sientes tú también así?
Respuesta.- Sí. La mayoría de la llamada Generación del 75 empezó a publicar con poco más de 20 años. Yo escribía con 20 años, pero no publicaba. Me dedicaba sobre todo a leer, hasta atragantarme. No me presentaba a concursos, no me movía en círculos literarios importantes. Se me puede considerar un poeta “tardío” porque, aparte de plaquettes, mi primer libro lo he publicado con 32 años. He sido un paciente samurai. Muchos amigos generacionales se arrepiente de lo escrito por el ansia juvenil y no reconocen esos libros primerizos.
P.- Metamorfosis, entreguerras, movimiento, aire, éxodo... La idea del impasse, del cambio, de la ligereza, está presente en muchos títulos de los poemas de este libro. Háblanos de ello.
R.- Nómada habla externamente de viajes concretos, pero su fondo es el nomadismo afectivo del hombre. En un solo día vivimos en diferentes territorios del sentimiento, viajamos a lugares extremos del alma.
P.-Ahora no sé lo que es una raza/ ni un pueblo./ Sólo sé. ¿Poesía como conocimiento intuitivo frente al conocimiento racional?
R.- Si la erudición, que es fundamental para la formación de un escritor, no va de la mano de la intuición a la hora de crear, el resultado se convierte en un libro pesado, impertinente, incluso molesto. Lorca, por ejemplo, es un poeta intuitivo gigante.
P.- El primer poema de este libro es una carta de despedida, un adiós. Y todo libro terminado implica, en efecto, una pérdida, un estado que dejamos atrás. ¿De qué te despides en este libro?
R.- De mi vida como no escritor. El día que asumes que eres escritor, tu modo de existir, afortunada o desgraciadamente, cambia para siempre.
P.- Naturaleza y cultura se alternan en tus poemas: “Jardín”, “Ártico”, “El Mediterráneo sereno”, “Visión en el lago Lemán”, “Escuchando cantar a Sheikh Yasin”, “Adiós al señor Kurtz”... ¿Estamos saturados de cultura, como dicen los filósofos, y faltos de naturaleza, como dicen los ecologistas?
R.- Disfruto el mar desde la tierra, como el marinero Alberti. La naturaleza crea formas artísticas. El hombre las define, no la naturaleza. La naturaleza es, el hombre la piensa. Pero está claro que el hombre siempre perderá ante ella si los enfrentamos. Mejor que se lleven bien, como en Nómada. Aún así no me reconozco como poeta contemplativo. Adoro el asfalto, la cultura, el ser humano.
P.- “No rechaces a Dios, hazlo literatura”. “Quien puede apretar con los puños un milagro”. ¿Qué relación guarda tu poesía con la trascendencia?
R.- No soy creyente. Aunque mi educación es católica, soy escéptico hasta la médula. Aún así, creo que el lector suele buscar algo sagrado, y la poesía es lo que más se acerca a esa búsqueda. Me esfuerzo por que mis poemas hagan caminar al lector desde lo cotidiano, casi desde lo anecdótico, hacia lo trascendente.
Una entrevista de Natalia Carbajosa.
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Pregunta.- Nómada es tu primer libro publicado pero, desde el punto de vista formal y de madurez conceptual, no parece un primer libro. ¿Lo sientes tú también así?
Respuesta.- Sí. La mayoría de la llamada Generación del 75 empezó a publicar con poco más de 20 años. Yo escribía con 20 años, pero no publicaba. Me dedicaba sobre todo a leer, hasta atragantarme. No me presentaba a concursos, no me movía en círculos literarios importantes. Se me puede considerar un poeta “tardío” porque, aparte de plaquettes, mi primer libro lo he publicado con 32 años. He sido un paciente samurai. Muchos amigos generacionales se arrepiente de lo escrito por el ansia juvenil y no reconocen esos libros primerizos.
P.- Metamorfosis, entreguerras, movimiento, aire, éxodo... La idea del impasse, del cambio, de la ligereza, está presente en muchos títulos de los poemas de este libro. Háblanos de ello.
R.- Nómada habla externamente de viajes concretos, pero su fondo es el nomadismo afectivo del hombre. En un solo día vivimos en diferentes territorios del sentimiento, viajamos a lugares extremos del alma.
P.-Ahora no sé lo que es una raza/ ni un pueblo./ Sólo sé. ¿Poesía como conocimiento intuitivo frente al conocimiento racional?
R.- Si la erudición, que es fundamental para la formación de un escritor, no va de la mano de la intuición a la hora de crear, el resultado se convierte en un libro pesado, impertinente, incluso molesto. Lorca, por ejemplo, es un poeta intuitivo gigante.
P.- El primer poema de este libro es una carta de despedida, un adiós. Y todo libro terminado implica, en efecto, una pérdida, un estado que dejamos atrás. ¿De qué te despides en este libro?
R.- De mi vida como no escritor. El día que asumes que eres escritor, tu modo de existir, afortunada o desgraciadamente, cambia para siempre.
P.- Naturaleza y cultura se alternan en tus poemas: “Jardín”, “Ártico”, “El Mediterráneo sereno”, “Visión en el lago Lemán”, “Escuchando cantar a Sheikh Yasin”, “Adiós al señor Kurtz”... ¿Estamos saturados de cultura, como dicen los filósofos, y faltos de naturaleza, como dicen los ecologistas?
R.- Disfruto el mar desde la tierra, como el marinero Alberti. La naturaleza crea formas artísticas. El hombre las define, no la naturaleza. La naturaleza es, el hombre la piensa. Pero está claro que el hombre siempre perderá ante ella si los enfrentamos. Mejor que se lleven bien, como en Nómada. Aún así no me reconozco como poeta contemplativo. Adoro el asfalto, la cultura, el ser humano.
P.- “No rechaces a Dios, hazlo literatura”. “Quien puede apretar con los puños un milagro”. ¿Qué relación guarda tu poesía con la trascendencia?
R.- No soy creyente. Aunque mi educación es católica, soy escéptico hasta la médula. Aún así, creo que el lector suele buscar algo sagrado, y la poesía es lo que más se acerca a esa búsqueda. Me esfuerzo por que mis poemas hagan caminar al lector desde lo cotidiano, casi desde lo anecdótico, hacia lo trascendente.
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