viernes, 29 de enero de 2010

Hablando de libros con Javier Carnicer


Sé valiente, y déjate vencer/ Por los que son más débiles que tú./Tal vez así podamos detener/El curso de esta infame evolución.” (Javier Carnicer, “Valor”)

Una entrevista de Joaquín Piqueras

Javier Carnicer es un poeta oscense que vive desde hace ya más de 30 años en Barcelona, en cuya Universidad se licenció en Filosofía. Se trata de un poeta silencioso y meticulosamente riguroso, que no ha sufrido esa enfermedad muy común entre los poetas actuales que es la incontinencia editorial: sólo tiene publicados dos libros: La sombra del obituario vista por su huésped, 1982 (1) y Estuche de lijas / Capsa d´escats, 2008 (2), entre los que media un significativo intervalo temporal de más de veinticinco años.

P.- La primera pregunta parece como casi obligada, ¿por qué has tardado tanto en publicar? Por falta de material no es, porque según tengo entendido guardas varios libros inéditos sin publicar.
R.- La verdad es que soy una persona bastante reservada y acostumbro a separar la escritura pública de la privada. Escribo muchos poemas pero la mayoría de ellos son de carácter muy íntimo y prefiero no hacerlos públicos. Por otra parte, tengo mucho cuidado con los poemas que publico, ya que me gusta estar seguro de lo que ofrezco. Tal vez sea debido a un excesivo respeto hacia la poesía y los posibles lectores.

P.- ¿Te consideras un poeta “invisible”, tal y como indica Eduard Sanahuja en el prólogo de Estuche de lijas? Eduard Sanahuja, por cierto, fue también quien realizó el prólogo de tu primer libro. ¿Tiene algo que ver Sanahuja en tus decisiones de publicar?
R.- En una lija del Estuche podemos leer: “Rayada la canción del nuevo día, no desaparecen los fantasmas, tampoco los vampiros con la luz. Ni las palabras nos hacen invisibles, ni la música siquiera”. En fin, ya me gustaría ser invisible, pero amigos como Eduard Sanahuja, que además es uno de mis poetas favoritos, se empeñan en sacarme a la luz. Más que un poeta invisible sería más bien un poeta escondido, silencioso, recóndito; aunque, últimamente, debido a la publicación del libro y del disco, aparece mi sombra por ahí de vez en cuando. Los otros responsables de que el Estuche saliera a la calle han sido Paco Cantero y Anna Aguilar-Amat, poetas los dos y editora ella. Y, la verdad, no sabía que los libros de poesía se editaran con tanto cariño.

P.- Centrándonos un poco en aquel primer libro - La sombra del obituario vista por su huésped -, hay varias características que lo convertían en un poemario insólito en los años ochenta: su radicalismo expresivo que afectaba a todos los planos del lenguaje; la explotación del elemento lúdico del lenguaje –Ángel Guinda (3) habló en un artículo del “ludiverso” de Javier Carnicer- : acrósticos, juegos conceptistas y barrocos, deliberados juegos fonéticos; intertextualidad; humor negro, libre disposición tipográfica… En fin, era un libro que conjugaba perfectamente juego vanguardista con, pienso yo, hondo existencialismo, patente en la obsesión por la muerte, el nihilismo que lleva a la blasfemia y a la escatología. ¿Qué opinión tienes tú –como autor- de aquel primer libro?
R.- Ángel Guinda, otro de mis poetas más queridos, fue el primero que escribió una reseña sobre La sombra … Este libro fue el resultado de mis primeros tratos con el verso. En esa época estaba muy influenciado por poetas de corte vanguardista, como José-Miguel Ullán (tristemente desaparecido hace unos meses y al que nadie podrá reemplazar) y debido a ésta y otras influencias los poemas se expresaban de una manera muy lúdica y libre. Sin embargo, las ideas que sustentaban aquellos poemas son, de alguna manera, las mismas que encontramos en Estuche de lijas, si bien en éste el componente lúdico y experimental ha cedido terreno a un lenguaje más sencillo y directo, mucho más desnudo y, por supuesto, más claro. Ahora juego más con las ideas que con las palabras. Voy al grano y saco el jugo. Al menos, eso es lo que intento.

P.- ¿Crees que el poeta, que el artista, debe mantener un compromiso ético y estético con su obra? Aparentemente, el compromiso estético parece dominar en La sombra… y el ético en Estuche de lijas, pero ¿en realidad es así? ¿Qué de estético y ético hay en ambos poemarios?
R.- Antes me dejaba impresionar, incluso emocionar, por el componente estético del poema, pero ahora me impresiona y me emociona mucho más el compromiso ético. Los buenos sentimientos también son hermosos y pueden alcanzar cotas muy altas de belleza, por no decir la cima. Me gusta más el desnudo que el disfraz. Una conciencia desnuda y sin máscara realza la mirada. Las ideas son hermosas por lo que ofrecen, no por lo que ocultan. Es hermoso dejarse vencer, ir contra la fuerza, contra el dominio, contra la evolución.

P.- ¿Por qué el título de Estuche de lijas? ¿Puede la poesía lijar la crudeza y la aspereza de la realidad?
R.- El poema como lija, como utensilio manual de naturaleza áspera que sin embargo pule y suaviza las superficies más duras, haciéndolas más habitables, más amables al tacto. La superficie más dura, sin duda, la realidad, esa dureza que ni siente ni padece. El horror, como indiferencia universal, es la cruda superficie que intenta lijar el poema. Para llevar a cabo la faena, el sentido primordial es el tacto, que además actúa como sentido común, como respeto, como piedad incluso, marcando el límite con uno mismo y con los demás, como una especie de termómetro del daño y también de la ternura.

P.- Se ha dicho que el tema esencial del libro es el horror de vivir, y pienso que, efectivamente, tras su lectura se desprende una visión radicalmente pesimista de la vida y del hombre. Presenta al ser humano como un animal monstruoso y competitivo, como un depredador eficiente que nos lleva irremisiblemente a la destrucción. ¿Tan negativo ves el panorama de la existencia?
R.- La mirada de la conciencia nos desnuda cuando reflexiona y así comprueba que el horror causado por el hombre es mucho mayor que el producido por el resto de la naturaleza, siendo ésta inconsciente, irracional e irreflexiva. El hombre posee la capacidad de ser consciente, racional y reflexivo, pero a lo largo de la historia estas facultades humanas van brillando por su ausencia. Tal vez la mala combinación de las cargas racional e irracional nos hace ser tan peligrosos. Somos sustancias explosivas. No estamos acostumbrados a comportarnos como seres humanos, ya que apenas disponemos de antecedentes. El ser humano, de momento, sigue usando nombre falso. El humor mezcla bien los opuestos, también el amor, y la poesía, y la música… Los mundos de la pereza activa, no los de la lucha.

P.- Precisamente en el poema “Panorama” escribes “Uno cae en la trampa de la fuerza y se hace hombre. / Un ser más animal que el animal del que desciende”. Ves “al frente, la sangre como espacio y el dolor como tiempo.” Y no es posible la redención: “ y aquí no llegan ángeles, ni últimos auxilios” y “el cielo sólo anuncia más tormentas”. No guardas ningún atisbo de esperanza para el futuro.
R.- En los últimos poemas del libro he intentado acercarme a la cuestión de la esperanza llegando a la conclusión, nada original por otra parte, de que sólo la podemos encontrar en el amor y, si me apuras, en una farmacia universal, amable, compasiva con los hombres, con los animales, con los elementos de la naturaleza, con las cosas. En fin, la esperanza como amor y como sosiego para todo y para todos. Afortunadamente, soy un poeta enamorado. No necesito otra farmacia.

P.-Por qué el mundo sólo está bien hecho –como escribes en “Todo un caso”- como “crimen, como crimen perfecto.”
R.- La muerte es el caso que nunca resolveremos, el crimen perfecto. Así como la vida está llena de imperfecciones, la muerte, sin embargo, es perfecta en su eternidad. La naturaleza acaba con la totalidad de los seres y en absoluta impunidad, sin juicio alguno y sin pena, como un demente que disparase al azar, siempre en libertad, indiferente, inconsciente. Y venga sufrimiento inmerecido y sangre inofensiva por los siglos de los siglos. Qué derroche.

P.- A lo largo del libro muestras cierta simpatía por los personajes marginados, aquellos que se han rebelado, sin armas y sin odio, contra la barbarie humana: el traidor, el desertor, el cobarde, el disidente, el suicida… Personajes malditos que, sin embargo, poco pueden hacer por cambiar el mundo. ¿Te identificas con ellos?
R.- Me parece que te refieres sobre todo al poema “Lenguas enfermas”, en el que quiero reflejar la mala costumbre que tenemos de confundirnos mediante el uso brutal que hacemos del lenguaje. Llamamos cobardes a los que no luchan, a los desertores, a los truenos que abandonan la tormenta. Llamamos traidores a los que no sirven, a los que no se levantan contra nadie, a los amantes de la pereza, de la belleza y de la paz. Desgraciadamente, vivimos bajo las órdenes del lenguaje bélico, el mismo que utiliza el mercado. Llamamos vago al que no quiere ser esclavo.

P.- En “Homo homini lupus”, llegas a decir que “si el hombre fuera un lobo para el hombre, la vida sería como un sueño”, nosotros los hombres somos muchos más bestias y más feroces que los pobres animales a quienes se nos comparan, y la historia pasada y presente lo puede atestiguar, ¿verdad? Como en una ocasión escribí, el verdadero insulto estaría en decir “el lobo es un hombre para el lobo”, ¿no crees?
R.- Teniendo en cuenta que tú mismo contestas impecablemente, sólo añadir que los animales, al lado de ciertos ejemplares humanos, se comportan como excelentes criaturas. “Pobres lobos, pobres cerdos, pobres machos cabríos. Cuidado con el hombre natural”.

P.- En el “Lamento del misántropo”, al igual que en todo el conjunto del poemario, dices verdades como puños: “el fruto de la lucha es el futuro: hacer la muerte fácil y la vida difícil” y también hablas de la imposibilidad de vivir en paz, de las mismas huellas y las mismas coartadas que se repiten, siempre la “violencia inocente” y “el crimen necesario”. Ante versos como estos, uno se da cuenta de la utilidad, aunque sea a mínima escala, de la poesía como herramienta de denuncia, de su carácter necesario hoy más que nunca; pero ¿puede la poesía, el arte en general, cambiar el mundo? ¿Puede ser hoy en día la poesía un “arma cargada de futuro”?
R.- Gracias por lo de verdades como puños, pero espero que no golpeen sino que acaricien, si no la piel, al menos la conciencia, el pensamiento. Detrás de la lija, la suavidad. No me gustan las armas cargadas, pero sí las pipas cargadas de paz, como la poesía y sus señales de humo.

P.- A partir de la tercera parte del poemario (“Corte de luz”) se ofrece algunas posibilidades de redención. Cómo interpretas ese “Regresar a los árboles, a la rama, al sentido común”. Y por qué entre el humo y la ceniza aún brilla “el corazón, enamorado”.
R.- Como ya he dicho antes, el amor nos ofrece la única posibilidad de redención. Sin libertad y sin frutos, fuera del ambiente de los pájaros, aparece la leña, el humo, la ceniza. Lejos de las alas y del vuelo del amor, sólo encontramos la pesadez de vivir, la gravedad, la caída.

P.- En otros poemas ofreces otra salida al dolor y a la barbarie de la existencia: el suicidio. Así, por ejemplo, escribes en “Vela”: “Si duele venir al mundo, será un placer abandonarlo”. ¿Alguna vez has pensado realmente en el suicidio como solución, o al menos, como decía Cioran, en la idea del suicidio para poder sobrevivir?
R.- Efectivamente, sin la idea del suicidio no podríamos vivir, apresados en una existencia sin ninguna puerta de salida que pudiéramos abrir con nuestras propias manos. La vida sería claustrofóbica, como una especie de catalepsia. Cioran, sin duda, es uno de los grandes trágicos modernos, a pesar de su sentido del humor. El tema de la muerte voluntaria es tan antiguo como la propia literatura. Ya en los orígenes de la tragedia griega, la célebre sentencia de Sileno, el sátiro acompañante de Dioniso, decía más o menos así: “Lo mejor es no haber nacido, pero para quien ya lo ha hecho lo mejor será volver lo antes posible allá de donde ha venido”. La idea del suicidio está íntimamente ligada a la idea de libertad. Uno no es libre para nacer, pero sí para morir. Lo mejor que podemos hacer con ciertas ideas es pensarlas, no usarlas.

P.- “Un suicida se arroja al mar. Y encuentra, en el fondo, un tesoro” (“Premio”)
¿Qué tesoro puede encontrar un suicida que se arroja al mar: uno real, que haga más absurda aún su existencia, o uno metafórico, referido, por ejemplo, a “la suerte de aquellos que no existen” (“Ditirambo”)

R.- Me gustaría no responder a esta pregunta. Cada lector que imagine su tesoro.

P.- Otros asideros existenciales, además del amor, son la poesía y la música. Fuiste el alma mater de los grupos de rock Carnicería Carnicer, Manicomio Romántico y Soledad Anónima; has compuesto canciones a Los Humillados; y actualmente, en este año, has sacado el disco Lijas junto al mítico saxofonista Justo Bagüeste, en el que habéis puesto música y voz a algunos de los poemas de Estuche de lijas. ¿Cómo surgió esta colaboración?
R.- Justo Bagüeste y yo somos amigos desde hace muchos años. Los dos somos de Huesca y hace tiempo que teníamos en mente hacer un disco. Para él no es nuevo el hecho de acompañar su música con voces de poetas, pues ya lo hizo con Luis Eduardo Aute, Jesús Ferrero, Corcobado, Moreno Ruiz y otros. Justo es un músico descomunal, extraordinario, que ya me había dejado en varias ocasiones con la boca abierta, pero con la música de Lijas no he podido cerrarla todavía. Este disco para mí ha sido como un sueño.


P.- Alguien ha dicho que los doce temas que componen Lijas son doce píldoras para curar el alma a golpe de poesía sonora. ¿Tiene distinto poder terapéutico la poesía sonora que la poesía leída?
R.- No tengo ni idea. Aunque sí puedo decir que la poesía y la música son las grandes traductoras del amor, y éste siempre es terapéutico. Es la locura que todo lo cura.

P.- El disco cuenta con numerosas colaboraciones de artistas invitados (Corcobado, Gonzalo Lasheras, Susana Cáncer, Orencio Boix, etc.) y además, para dotar de mayor riqueza al resultado, cada una de las canciones es traducida simultáneamente en un idioma diferente. ¿Por qué esta babel de lenguas? ¿Y por qué esa división de Estuche de lijas en dos partes: la original en castellano y su traducción al catalán? ¿Tal vez es una manera de afirmar la universalidad de la poesía, de la música, del arte en general, que no debe estar sujeto ni a barreras ni a fronteras?
R.- Tú mismo das en el blanco. Yo no lo sabría decir mejor. Como afirma Ramón Irigoyen, “desde que besé a mi primera novia, adoro todas las lenguas”.

P.- Para terminar, ¿qué autores lee y qué música escucha actualmente Javier Carnicer? ¿Cómo ves el panorama literario actual en España?
R.- Hoy podemos disfrutar de una gran diversidad de registros poéticos y de estilos musicales. No me gustan las direcciones únicas. En la variedad está el gusto. En todas partes hay gente excelente. Si buscas, encuentras.

P.-Gracias por dedicarnos tu tiempo y suerte con tus “lijas”.
R.- Ha sido un placer.

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Bibliografía:

(1) Javier Carnicer, La sombra del obituario vista por su huésped, Barcelona, Ediciones picazo, 1982.
(2) Javier Carnicer, Estuche de lijas/ Capsa d´escats, Barcelona, Universitat Autònoma de Barcelona, Servei de Publicacions, 2008.
(3) Ángel Guinda, "El ludiverso de Javier Carnicer", Heraldo de Aragón, 14 Febrero 1985.

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