lunes, 23 de septiembre de 2019

Escena de Versos envenenados, 39


   
         El Comisario tenía un gran ataque de cuernos. Con su tono marcial me interrogó sobre mis amistades «en lo alto», y tuvo que explicar qué entendía por esa expresión, ya que me dejó fuera de juego. Le conté aquello que quise, en esencia que me extrañaban los motivos por los que me hacía esa pregunta. Que en el poco tiempo que llevaba en el cuerpo había demostrado mi profesionalidad y mi respecto a las estructuras y a los mandos.
            ¿Entonces cómo puede explicar que le reclamen desde el Ministerio del Interior? ―rugió casi afónico. Con toda seguridad había mordido a todos los de la comisaría antes de decidir llamarme. Y lo hizo por no haber sido informado de «mis amistades en lo alto».
            No tengo la menor idea, señor ―y esta fue una y otra vez mi respuesta.
            ¡Siéntese, Vivas! ¡Siéntese! ―peligro, el tono paternalista―. ¿Quiere usted decirme que a los nuevos responsables del Ministerio del Interior les ha venido por inspiración divina su nombre?

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