miércoles, 17 de octubre de 2018

Escena de Versos envenenados, 15


       
     Los despachos estaban vacíos, rodeó el mostrador y se sentó frente a la centralita telefónica. No encontró ningún mensaje. ¡Perfecto! Sacó de su bolso más semejante a un saco, por lo que era capaz de contener un libro. Se trataba de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda.
            Lo abrió y dejó viajar sus ojos por las páginas:

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas...

            ¡Buenos días, señorita Delegido!
            Era el bullicioso saludo del señor Clavel, el segundo en la cadena de mando de la empresa.

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