martes, 31 de marzo de 2009

Javier Fernández Jiménez comenta La Maldición

Lo hizo en su programa Castillos en el Aire, del que semanalmente os vengo informando en La cólera de Nébulos (bitácora), en el apartado de "revistas", y lo colgó en su bitácora No me cuentes más cuentos:

Os pongo un fragmento del comentario:

¿Qué pasa cuando un hijo desobedece a un padre? Pues que éste suele enfadarse, ¿verdad? Pues imaginad ahora que ese padre es un Eterno, una raza de guerreros inmortales superior a los dioses. ¿Qué ocurriría entonces? Pues que estaríamos ante una odisea tan larga y terrible como la sufrida por Hércules, por ejemplo.

Cuando el príncipe Eleazar decide desobedecer la ley y penetrar en las prohibidas tierras del reino del último gran rey humano bendecido por los Eternos, Shelomó, no puede sospechar que el castigo impuesto por su padre se convertirá en una increíble aventura que le llevará a lo largo y ancho del mundo, con una meta final, descender al Orco para arrebatar al enemigo ancestral de su padre, Infernos, las almas de los Eternos retenidos por éste en el inframundo.

Así comienza La Maldición, con el príncipe de los Eternos, aquél que está predestinado por los Libros del Tiempo a gobernar a su raza en el fututo, desafiando a su padre, el terrible poseedor del Cetro Supremo, Nébulos y siendo por ello castigado a viajar por todo el mundo sin sus dones de Eterno. Así, nuestro héroe se convierte en poco más que un simple mortal armado con la experiencia acumulada con el paso de los siglos y con las enseñanzas de los mejores maestros en la lucha de todo Celestos, el reino celestial donde viven los Eternos.

Pero Eleazar no estará solo en su aventura, le acompaña su fiel amigo Eostes, el hijo de Odenhas, mariscal de los ejércitos celestiales y guardián de las siete puertas de Celestos. Eostes y Eleazar, se embarcan en un viaje sin descanso que les llevará a buena parte de los lugares más conflictivos de todo el mundo, en busca de la realización del trabajo impuesto por Nebulos a su hijo, con lo que será finalmente perdonado y con lo que sus poderes y atributos de Eterno le serán retribuidos.

En su viaje por el mundo, por cierto, en todo el libro no se menciona el nombre del mismo, aunque sí de muchas ciudades, imperios, reyes, generales, soldados, demonios, monstruos innombrables… Eleazar y Eostes se enfrentarán a todo tipo de enemigos, desde borrachos pendencieros en una taberna, hasta un ejército completo a las puertas de una ciudad sitiada que buscan defender. Y en todo el libro subyace la amenaza de un enemigo terrible de verdad, que sigue los pasos de los dos héroes y que urde emboscadas y ataques para acabar con ellos, pero que no llega a luchar abiertamente con los dos Eternos. Es un demonio del Orco, un infame hijo de Gea, retenido por el propio señor del Inframundo, Infernos, que le odia y le teme al mismo tiempo, pero que se ve obligado a hacer uso de su poder para intentar detener a los dos héroes que se encaminan hacia su hogar, con el fin de atacarle en el Infierno. Se trata de Anteo, un ser inmemorial que odia a los Eternos casi tan fieramente como a su señor, al que ha jurado derrocar en el futuro.

La Maldición es un libro de fantasía al uso, con el inicio de un gran viaje, con enemigos más que poderosos e imaginativos y con dioses capaces de comportarse como humanos. Además, está aderezado con la presencia de armas mágicas y legendarias, como la poderosa Dragonia, forjada en los reinos celestiales por Wasfas, el forjador; Halcona, el hacha esgrimida por Eleazar o un arco de flechas infinitas con el que se arma Eostes. La prosa de Francisco Javier te hace ir despacio en la lectura, saborear cada capítulo poco a poco, aunque el viaje de los Eternos apenas disponga de un minuto de respiro.

La verdad es que la imaginación de este diplomado en criminología y Master en Dirección de Seguridad por la Universidad Autónoma de Madrid es impresionante, sus descripciones sobre las diversas criaturas y monstruos te hace vivir nítidamente cada una de ellos, casi como si los tuvieses delante y hace que sus pobres protagonistas pasen por mil y un peligros antes de alcanzar cualquier meta, por sencilla o corta que ésta sea. La verdad es que Francisco le saca jugo a su mundo, recreándose en narrarnos detalles, leyendas e historia, así como la personalidad de algunos de los personajes secundarios con los que se topan los protagonistas.

En la página cien, más o menos, empecé a perder la cuenta del número de razas, criaturas, dioses, ciudades, imperios o países que se describen en la Maldición, porque son, sencillamente, incontables.

La Cólera de Nébulos es realmente terrible, y si no me creéis, leed La Maldición y lo veréis por vosotros mismos. Hace unos pocos meses apareció el segundo volumen de la saga “El Rey de las Esfinges”, así que podremos disfrutar con nuevas aventuras de Eleazar y Eostes, en su viaje hacia el Orco, pasando por buena parte del mundo.

Os recomiendo La Maldición, de Francisco Javier Illán Vivas, en 285 páginas tenéis condensada una historia apasionante que daría para muchas, muchas más. ¿Podrá un ser acostumbrado al poder y la inmortalidad ser capaz de concluir su viaje a través del mundo siendo sólo un simple mortal?

3 comentarios:

Alsharak dijo...

Pues coincido completamente en el comentario, Paco. Cuando leí la Maldición, y tal y como te comenté en su momentoen Sedice (Spartan) tenía la sensación de estar leyendo sobre esas épicas historias griegas que tanto me gustan.

Hoy voy a hacer el pedido de la segunda parte, y si no lo he hecho antes, es porque me da algo de reparo utilizar lulú. Espero que no me de problemas en Canarias!

Un Saludo

François de Fronsac dijo...

Me acuerdo, Alsharak.

No creo que de problemas, sé de seguidores que lo han pedido en muchos e inesperados lugares del mundo.

Saludos y gracias por adelantado.

Rosa Cáceres dijo...

A este paso va a tener que editarse una antología de comentarios a tu genial novela. Excelente comentario el de Javier Fernández, y muy a tener en cuenta su recomendación de leer tu obra, yo que lo he hecho puedo dar fe de que es interesantísima.