domingo, 9 de noviembre de 2008

Enric Hercé Escarrá comenta La Maldición


Una auténtica sorpresa, el comentario de Enric Hercé sobre la primera entrega de La cólera de Nébulos, cuando estamos en plena campaña de promoción de la segunda entrega, El rey de las esfinges.



Le agradezco al autor que, precisamente ahora, comente mi novela:


Si en varios de los libros que conforman esta serie de reseñas se aprecia la tendencia a romper con los tópicos del género épico actual establecidos por la trilogía de Tolkien, buscando un punto de vista desmitificador, la obra de Francisco Javier Illán Vivas decide recorrer la senda opuesta, alejándose del referente, pero en dirección al mundo clásico. Quizá pueda resultar paradójico, pero dicha decisión se me antoja, en tiempos digitales, de incorrección política y de socarronería Tarantiniana, como la más arriesgada posible.

¿Qué nos ofrece esta primera entrega de La cólera de Nébulos? La respuesta corta sería una versión de la Odisea pasada por el tamiz de todos aquellos autores y personajes que forman parte del ideario aventurero de nuestros padres y abuelos; la mitología clásica se mezcla con el espíritu de Walter Scott, Malory o Robert E. Howard.

Del mismo modo que a Ulises le costó una epopeya de veinte años el regresar a Ítaca y salvar los escollos que los dioses del Olimpo ponían en su camino, Eleazar y su fiel amigo Eostes perderán su condición de Eternos y no podrán regresar al hogar de los dioses, Celestos, hasta haber concluido una serie de pruebas al ser castigados por el
padre del primero, Nebulos, el equivalente a Zeus en la particular mitología del autor. A partir de este punto se iniciará la aventura de los dos jóvenes a lo largo y ancho de Occidenter, tierra maldita desde que sirvió de escenario al singular combate entre Nébulos e Infernos y que terminaría con la reclusión del segundo en el Orco, equivalente al Averno.

En su periplo los dos héroes tendrán que hacer frente a infinidad de peligros, algunos relacionados con las trifulcas políticas de los pobladores mortales del lugar y la mayoría con las tareas que les han sido encomendadas. Son estas últimas las que permiten al autor dar rienda suelta a su imaginación y servirnos un festín de combates, monstruos, magia y bellas mujeres. Cada vez que un escorpión gigante, un
homosaurio o cualquier otra de las abominaciones entraba en escena, no podía evitar imaginármelas como creaciones en stop motion del genial Ray Harryhausen y regresaban a mi memoria películas como Jasón y los argonautas, El viaje fantástico de Simbad o Furia de Titanes, referentes claros de la obra. La sucesión de misiones podría convertir el argumento en excesivamente lineal si no fuera por la inclusión de los mencionados conflictos relacionados con las distintas civilizaciones de Occidenter. Valgan como ejemplos las disputas en el seno del ejército asgardiano o la guerra entre Asgardia y Olimpia, que toma el protagonismo a lo largo de buena parte de las páginas centrales de la obra relegando la trama principal a un segundo término.

El lenguaje que utiliza Francisco Javier resulta acorde con un contenido que elude la
modernidad. Abunda la adjetivación y más que buscar que el lector sienta las cosas a través de los diálogos o de los hechos relatados, es el narrador omniscente el que decide en qué aspectos poner énfasis, diciéndole al lector lo que debe sentir en cada momento. Esto puede producir cierto desconcierto en los lectores más jóvenes, pero en cambio puede transmitir a los veteranos la reconfortante sensación que se siente al revisitar una obra clásica.

El dibujo de los personajes sigue la misma línea que el resto de elementos. No existe punto medio entre la herocidad y la maldad. Una vez más asistimos a la lucha entre el bien, encarnado por personajes atractivos y valerosos, y el mal, personificado por seres monstruosos y viles o por fulanos ruines y malvados. Dado el espíritu que guía a La Maldición hubiera sido un error apostar a fondo por personajes más complejos, pero aún aceptando los patrones a que responden he echado de menos mayor complejidad en algunos de ellos, sobretodo en Eleazar y Eostes que asumen sin titubeos el terrible castigo al que se ven abocados y la pérdida de su condición de dioses, enfrentándose a mil amenazas, no sin dificultades, pero siempre con esa actitud de héroes de los de antes que apenas deja margen al lector para temer por su suerte. Personajes como Nébulos o los comandantes asgardianos como Bejl o Zathor me han parecido mucho más interesantes. En ese sentido resulta muy inteligente la inclusión de dos féminas, Annae y Zaida, como acompañantes del duo protagonista en el tramo final de esta primera novela de la saga, pues sin duda propiciarán que a lo largo de las siguientes entregas ambos muestren más matices de su personalidad, tal vez alguna debilidad, y en consecuencia resulten más reales. Lo mejor de todo es que
no hace falta esperar para saber cómo sigue la historia pues el segundo volumen de la aventura,
El rey de las esfinges, ya se encuentra a la venta.

Visitad el lugar de Enric Hercé: nudo de piedras.

1 comentario:

Rosa Cáceres dijo...

Excelente comentario, como corresponde a tan excelente novela, que leí con gran placer y tuve ocasión de comentar con idéntico agrado. Quien conoce el mundo clásico disfruta doblemente con esta saga, en la que todo lector halla elementos de ensoñación épica magistralmente plasmados.